La ciencia moderna compara el cerebro humano con un extraordinario centro de comandos que procesa datos e instrucciones recibidas desde diversas localizaciones del organismo.
En nuestro cerebro se alojan miles de millones de células llamadas neuronas; se dice que en el sistema nervioso hay tantas neuronas como estrellas hay en nuestra galaxia.
Esas neuronas se unen formando las cadenas neuronales y todas las cadenas neuronales integran la red neuronal.
La red neuronal es activada por impulsos eléctrico-químicos generados en el cerebro.
Esta información que fluye de una punta a la otra del sistema nervioso recibe el nombre de info-energía. Viaja de una célula a la otra a una altísima velocidad.
La info-energía está constituida, entre otros elementos, por los neurotransmisores.
Los investigadores dicen que los neurotransmisores actúan como mensajeros eléctrico-químicos que las neuronas “usan” para comunicarse unas con otras.
Un simple pensamiento puede disparar enormes cantidades de neurotransmisores.
Cuando una neurona envía sus neurotransmisores a las otras neuronas con las que está conectada, se genera una experiencia interna en forma de sensaciones y emociones, y la relación entre esas neuronas crea lo que llamamos cadena neuronal.
Cuando surge un pensamiento, la red neuronal se activa y experimentamos una emoción o sensación interna.
Pero, si el mismo estímulo es enviado una y otra vez con la misma calidad de info-energía, las neuronas desarrollan una relación muy cercana e íntima que se intensifica con el tiempo.
Las dendritas y el axón, que son como brazos que poseen las neuronas, se extienden tratando de conectar más y más neuronas vecinas, de modo que la cadena neuronal se fortalece.
Todas las adicciones y compulsiones conocidas se ajustan a este patrón neuroenergético y la repetición de estos patrones genera en nosotros una resonancia electromagnética.
Una resonancia es un patrón inconsciente que manifiesta externamente la misma realidad con la que está resonando internamente.
Cuando diariamente se usan los mismos patrones de pensamiento, esas relaciones internas son reforzadas, y así se reproducen las mismas reacciones emocionales una y otra vez.
Como consecuencia, atraemos externamente las frecuencias con las que resonamos internamente.
A través de la repetición de los mismos patrones se construye una auto-imagen, en respuesta a heridas emocionales o físicas sufridas en el pasado. Debemos darnos cuenta de que es simplemente una imagen; no es real, nunca fue real y nunca lo será.
Ego, falsa personalidad, falso yo o máscara son otras denominaciones que se usan para definir el mismo concepto.
Esta auto-imagen está compuesta por numerosas creencias que nos controlan y que nosotros confundimos con la realidad.
Todas estas suposiciones inconscientes o decisiones internas nos condicionan a actuar o mostrarnos de una cierta forma que ya no es genuina o auténtica.
Creamos una autoimagen para adaptarnos a nuestras circunstancias, tratando de ser incluidos y aceptados por la gente con la que tenemos que tratar.
Cuanto más creemos en una suposición inconsciente, más activamos la autoimagen o personaje falso. Nos volvemos esa creencia. Cuanto más vivimos nuestras vidas desde un lugar falso, menos real y auténtica es la vida que tenemos.
Cuanto menos reales somos, más contracciones se producirán en nuestro sistema, porque hemos sido diseñados para ser auténticos y reales. Cuantas más contracciones se producen en nosotros, experimentaremos más sufrimiento y menos alegría y paz en nuestras vidas.
Por ejemplo, cuando creo en la suposición inconsciente de que no valgo nada y de que nadie me quiere, me siento triste y solo, y tengo miedo. Cuando me siento así, puedo sentirme nervioso e inseguro.
Cuando me siento de esta manera, puedo decirles a los demás “Sí”, cuando quiero decir “No”, tratando de caerles bien.
Cuando hago eso, puedo sentir rencor hacia los demás o hacia mí mismo por hacer lo que no quiero hacer. Entonces puedo sentir odio y resentimiento, convencido de que tengo que atacar, defenderme y protegerme.
Entonces, nadie me quiere, ¡ni siquiera yo! Me juzgo y me critico y siento que no valgo nada, y el círculo sigue y sigue.
Si venimos del viaje al cuerpo del dolor, podemos explorar las creencias inconscientes que crean las contracciones.
Y, si venimos de una investigación más mental, podemos vislumbrar el dolor que se genera como resultado de creer en una suposición inconsciente.
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Juana Ma. Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
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