
En el mundo en que
vivimos actualmente, si no estamos satisfechos con la calidad de nuestra
experiencia, lo más probable es que intentemos hacer cambios en nuestra vida
operando sobre las circunstancias físicas externas. Esto se debe a que el
aspecto físico externo de nuestra experiencia es el más tangible y el de más
fácil acceso.
Sin embargo, aunque
podamos hacer un cambio relativamente rápido en nuestras circunstancias
físicas, estos cambios no perduran, debido a que los aspectos físicos de
nuestras circunstancias son siempre efectos, y no causas.
Por otra parte, el
cambio es una constante en la naturaleza de nuestra experiencia física, de
manera que cualquier cosa que cambiemos físicamente volverá a cambiar de nuevo,
inevitablemente, con el transcurso del tiempo. Podemos utilizar la fuerza para
cambiar algo rápidamente en nuestro mundo físico, pero esto significa que
tendremos que invertir una gran cantidad de energía para mantener el cambio en
esas condiciones.
Por tanto, para hacer
cambios físicos y mantenerlos, con la intención de alterar la calidad de
nuestra experiencia vital, vamos a tener que controlar y sedar nuestras
circunstancias. Tales cambios requieren de la aplicación constante de energía
para que el cambio se mantenga. Y ésta es una tarea imposible.
También podemos
intentar cambiar la calidad de nuestra experiencia vital mentalmente, cambiando
nuestros pensamientos acerca de las cosas. Los cursos de pensamiento positivo
aspiran a lograr este objetivo. El cambiar el enfoque mental acerca de algo
llevará con el tiempo a un ajuste en la calidad de la experiencia vital que
estamos teniendo. Sin embargo, nos llevará más tiempo ver los efectos que los
cambios mentales producen en el mundo físico que lo que precisaríamos desde un
enfoque puramente físico.
Los cambios dirigidos
desde la mente perduran algo más, siempre y cuando no cambiemos de nuevo
nuestros pensamientos. Pero nuestra capacidad para cambiar la calidad de
nuestra experiencia vital a través de cambios mentales tiene un alcance y una duración
ciertamente inconsistentes, porque este enfoque tiene que defender sus logros
constantemente ante la naturaleza y los contenidos de nuestros procesos de
pensamiento inconscientes.
En realidad, sólo
sabemos lo que pasa con nuestros procesos de pensamiento inconscientes, cuando
observamos las circunstancias que manifestamos en nuestro campo de experiencia
que resultan contradictorias con nuestros intentos de «pensar en positivo».
El mero hecho de que
cambiemos conscientemente nuestra manera de pensar acerca de las circunstancias
no significa que vayamos automáticamente a sentirlas de otra manera.
Por tanto, aun cuando
un cambio consciente de nuestros pensamientos consiga eventualmente los ajustes
necesarios en nuestras circunstancias físicas, hasta el punto de que realmente
lleguemos a sentir de un modo diferente, por mucho control mental que
apliquemos no vamos a poder alcanzar una sensación auténtica de paz.
Los sentimientos inconscientes, y los procesos
de pensamiento inconscientes que aquéllos alimentan, seguirán alterando nuestra
paz mental.
Una experiencia de
paz no es simplemente el resultado de un pensamiento positivo, a menos que vaya
subrayado por un sentimiento.
Los procesos de
sentimiento y de pensamiento deben armonizarse estrechamente para que podamos
alcanzar el estado del ser que pretendemos. Así pues, al igual que en los
intentos por hacer cambios puramente físicos, la realización de cambios
puramente mentales para ajustar la calidad de nuestras experiencias no deja de
ser otra cosa que jugar con los efectos, y sigue sin dirigirse a las causas.
Afortunadamente,
también disponemos de la opción de ir directamente a las raíces de nuestro
malestar y de hacer ajustes causales, siempre y cuando realicemos cambios en el
estado de nuestro cuerpo emocional.
Éste es el enfoque
más complicado, pero es el único verdaderamente efectivo y gratificante. Aunque
es complicado hacer cambios en el estado de nuestro cuerpo emocional, tenemos
que acercarnos a él de forma suave y regular; y, para ello, vamos a necesitar
grandes dosis de compromiso y
perseverancia.
Es como talar un
enorme árbol. Tenemos que ir dando golpes con el hacha, uno tras otro, y habrá
veces que el trabajo se nos antojará interminable. Puede dar la impresión de
que no estamos consiguiendo nada. Pero luego, sin advertencia previa, oímos un
crujido y, pocos segundos después, el árbol cae. Y, una vez está cayendo, ya no
hay nada que lo detenga. Una vez está en el suelo, no lo podemos volver a poner
en pie.
El ajuste del estado
de nuestro cuerpo emocional funciona igual. Trabajamos con él de forma regular
y, en ocasiones, da la impresión de que tanto trabajo no nos lleva a ninguna
parte. Pero, de pronto, hay un cambio repentino y, cuando esto ocurre, ya no
hay nada que lo detenga. Cuando este cambio interior ha tenido lugar, es
literalmente imposible devolver el cuerpo emocional a su estado previo.
Debido
a la tendencia que tiene el cuerpo emocional a realizar cambios súbitos, la
experiencia de cambio es potencialmente traumática, si no se realiza de forma
consciente, suave y responsable. De ahí que no se recomiende zambullirse
directamente en el cuerpo emocional para activar los cambios. Aquí, las
palabras clave son suavidad., paciencia responsabilidad. (B. Michael)
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Juana Ma. Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
(Escuela
Española de Desarrollo Transpersonal)
Especialista en
Bioneuroemoción
(Instituto
Español de Bioneuroemoción)
Facilitadora
Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory
Release)
Anatheóresis
(Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
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