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lunes, 12 de octubre de 2015

Moléculas de Emoción - Candace Pert


A mediados de los años ochenta, un grupo de investigadores liderados por la neurocientífica norteamericana Candace Pert, descubrió que un grupo de moléculas llamadas péptidos (derivados proteínicos) son los mensajeros moleculares que facilitan la conversación entre los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino. Es decir, estos mensajeros conectan tres sistemas distintos en una sola red.

  Desde siempre se ha considerado que esos tres sistemas están separados y tienen funciones distintas. El sistema nervioso constituido por el cerebro y una red de células nerviosas, es la sede de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad corporal y de la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y sus secreciones hormonales, controla e integra, como principal sistema regulador del cuerpo, diversas funciones corporales. El sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los ganglios linfáticos y las células inmunológicas, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la integridad de las células, de los tejidos y de los órganos.

Las investigaciones sobre péptidos han demostrado que estas separaciones conceptuales ya no pueden mantenerse con una única red psicosomática.
  Los péptidos constituyen una familia de sesenta a setenta macromoléculas que tradicionalmente recibían distintos nombres: hormonas, neurotransmisores, endorfinas, factores de crecimiento etc. Actualmente se considera que en realidad forman una sola familia de mensajeros moleculares.

 Estos mensajeros son cadenas cortas de aminoácidos que se fijan a receptores específicos situados abundantemente en las superficies de todas las células del cuerpo.

   Al unir a los tres sistemas en una misma red, los péptidos son los mensajeros que circulan libremente por esta red alcanzando todos los rincones del organismo. Se transforman así en la manifestación bioquímica de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad corporal, de la emoción, de los niveles hormonales, de la capacidad defensiva, de la integridad de células, tejidos y órganos.

 Todas las partes del cuerpo y de la mente "saben" lo que está pasando en todas las demás partes del cuerpo y de la mente. Es un sistema de información integrado.
  Pero no es sólo eso. Los siguientes descubrimientos ampliaron aún más el concepto y la función de los péptidos. Resultó que las hormonas, supuestamente producidas en exclusividad por las glándulas, son péptidos que también se producen y se almacenan en el cerebro.


 Un tipo de neurotransmisores llamados endorfinas, que, según se pensaba, eran producidas solamente en el cerebro, son péptidos y también son fabricados por las células inmunológicas. Se siguieron identificando más y más receptores de péptidos y se vio que prácticamente cualquier péptido conocido es producido en el cerebro y en varias partes del cuerpo simultáneamente.

  En palabras de Candace Pert:

"Ya no puedo hacer una distinción tajante entre cerebro y cuerpo".

  Los péptidos del sistema nervioso no solo son producidos por las neuronas y juegan un papel fundamental en las comunicaciones de todo el sistema nervioso, sino que, al fijarse en receptores alejados de las neuronas que los originaron, actúan también en otras partes distintas del cuerpo.

  En el sistema inmunológico, los glóbulos blancos de la sangre no solo tienen receptores para todos los péptidos, sino que ellos mismos fabrican péptidos. Los péptidos controlan el patrón de migración de las células inmunológicas y todas sus funciones vitales.
  Recordaremos que todos los leucocitos son células móviles, lo que les permite salir de los capilares escurriéndose por los espacios intercelulares de la pared (diapedesis) y emigrar mediante movimiento ameboideo hacia cualquier microorganismo o partícula extraña que haya invadido los tejidos. Por lo tanto, no solo son capaces de alcanzar todos los rincones del organismo transportado por la sangre, sino que también escapan de la sangre y se mueven por los líquidos intersticiales donde se bañan las células.

  Otro descubrimiento importante es que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. La mayoría de los péptidos, si no todos, alteran la conducta y los estados de ánimo, de tal manera que cada péptido puede evocar un tono emocional único.

 Los péptidos constituyen el lenguaje bioquímico universal de las emociones. El área cerebral relacionada con las emociones es el sistema límbico.
  El sistema límbico se encuentra muy enriquecido con péptidos, pero no es la única zona corporal rica en péptidos. La totalidad del intestino también está recubierto con receptores de péptidos. Por eso ocurre lo que de forma coloquial se llama "sentir con las tripas". Literalmente sentimos nuestras emociones con el intestino.

  Esta riqueza de receptores de péptidos en el glóbulo blanco y en el intestino explicaría que la acción del agua de mar, tanto por inyección intravenosa (receptores del glóbulo blanco), como por ingesta (receptores del intestino y de la sangre), como por enema (receptores de intestinales y sanguíneos) sea capaz de producir modificaciones no solo a nivel físico, sino también a nivel mental, al incidir directamente en los estados emocionales. Todas las percepciones sensoriales, todos los pensamientos y todas las funciones corporales estarían "tocados por la emoción a través de los péptidos y los péptidos actuarían como mensajeros directos del agua de mar en el organismo".

  El descubrimiento de esta red psicosomática implica que el sistema nervioso no está, como se creía, jerárquicamente estructurado. Como dice Candace Pert, "los glóbulos blancos de la sangre son pedazos del cerebro que flotan a lo largo del cuerpo." En última instancia esto implica que la cognición es un fenómeno que se extiende a lo largo de todo el organismo, operando a través de una intrincada red química de péptidos, que integra nuestras actividades mentales, emocionales y biológicas.


  Hay sustancias químicas para el enojo y para la tristeza, para la victimización, para cada estado emocional. Son las endorfinas, la serotonina, la dopamina, la norepinefrina… Y cada vez que activamos cierta interpretación o pensamiento nuestro hipotálamo inmediatamente libera ese péptido en la corriente sanguínea.
  Si tenemos presente que cada una de las células del cuerpo tiene miles de receptores tapizando su superficie, abiertas a la recepción de tales neuropéptidos, advertiremos que  nuestros estados emocionales anidan finalmente en la totalidad de nuestro organismo.  

 En otros términos, según la Dra. Pert, los péptidos son las hojas de música que contienen las notas, las frases y los ritmos que permiten a la orquesta, que es el cuerpo, tocar como una unidad integrada y la música resultante es el tono corporal que vivimos como “emoción”.

  Pero ¿cabe hacer algo al respecto? Podemos trascender esta especie de programación, cambiar nuestros modelos internos, desaprender modos negativos de pensamiento y comportamiento y aprender nuevas consignas?

   La respuesta es afirmativa. La neuroplasticidad implica que durante toda la vida mantenemos nuestro poder para desconectar y reconectar nuestras neuronas, desarticular y formar nuevas redes de pensamiento. 

Y si las células de nuestro cuerpo desarrollan mayor cantidad de receptores hacia aquellas sustancias que las impactan con mayor frecuencia, también podemos actuar para superar aquellas adicciones emocionales que nos hacen sufrir empezando a generar  receptores nuevos para los péptidos correspondientes a los estados emocionales a los que aspiramos

Tal el poder de nuestra mente, tal la sede de nuestro liderazgo personal.
 Durante toda nuestra vida estamos al volante,  al timón de la vida. Los estados emocionales son también un dominio de diseño. Pero para cambiar las conexiones asociativas automáticas,  para cambiar en último término nuestra propia biología celular (a nivel de receptores de neuropéptidos), lo primero que tenemos que cambiar es nuestra manera de pensar.
  Es hora de corregir el curso de nuestra trayectoria y movernos a un territorio completamente nuevo, es hora de empezar a cambiar desde adentro …Es hora de reemplazar el resentimiento por la aceptación, la resignación por las ganas, es hora de empezar a perdonarnos a nosotros mismos, a desarrollar la gratitud a la vida misma y potenciar la conexión con nuestros dones y talentos. 




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