Resulta que nuestros
cerebros están conectados como si nuestras mentes estuviesen al alcance de la
señal de un wifi neuronal: todos nos enlazamos a un router.
Si una persona
bosteza, ¿te hace bostezar? En Jardín de Infantes en la etapa de adaptación, si
un niño comienza a llorar, ¿lloran todos? Cuando te encontrás en la calle con
una persona que lleva un bebé en el carrito, le acercás tu cara al bebé y le
sonreís, ¿te devuelve la sonrisa? ¿Te tentaste de risa y tentaste a otra
persona? ¿Fuiste al teatro y sentiste que te pasaba lo mismo (alegría o
tristeza) que al actor?
Esta es la respuesta al porqué las emociones, ciertos
movimientos e, incluso, las intenciones son contagiosas.
Vivimos en un mundo
vertiginoso, cambiante, desafiante, competitivo e incierto. Es más, nuestro
hogar, el planeta Tierra, está en serios
riesgos. Sentimos que la humanidad está cada vez más “encerrada” en sus propios
problemas personales y difícilmente tenga la oportunidad de mirar a los
costados: adolecemos de empatía.
La empatía es la base
de la Inteligencia Emocional; esta característica no significa ser emotivo,
sino todo lo contrario, es ser hábil en el contexto emocional y social.
A partir de los
descubrimientos neurocientíficos que nos dicen que las emociones son
contagiosas y que ellas fluyen desde la persona más poderosa, los líderes están
en la mira: tu estado emocional es contagioso, ya sea de forma positiva como negativa.
En este artículo
mencionamos como líderes positivos no sólo a las personas conocidas y de fama
mundial. Creemos que cada uno de nosotros es (o puede llegar a ser) un líder en
su familia, en su grupo de amigos, en su ámbito laboral, empresarial, político,
etc.
La Neurosicoeducación
nos educa y da a conocer descubrimientos neurocientíficos que nos ayudan a
entendernos más como seres humanos. Además, nos provee de herramientas para
mejorar en este sentido. Por esta razón, resulta que las neurociencias nos
traen ¡buenas noticias!
A fines del siglo XIX
Anton Chejov, médico, escritor y dramaturgo ruso, dijo desafiante, pero lleno
de esperanza: "El hombre llegará a ser mejor si le muestras cómo
es."
Algunos de los
científicos más eminentes del mundo están de acuerdo con aquellas palabras
pronunciadas hace dos siglos y cuando se les pregunta ¿Qué los hace sentirse
tan optimistas? y ¿Por qué? Responden en base a los últimos estudios
realizados. El destacado neurocientífico Marco Iacoboni, por mencionar un caso,
citó el trabajo experimental que se realizó sobre los mecanismos neuronales y
mostró cómo los humanos estamos "cableados para la empatía". Se trata
del descubrimiento, relativamente reciente, del sistema de neuronas espejo
(SNE).
El sistema neuronas espejo
fue descubierto e investigado por el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti
quien en 1996 dio a conocer que las neuronas espejo son las responsables de la
empatía humana. Rizzolatti señaló que este sistema cableado es lo que nos
permite "captar las mentes de los demás no a través de un razonamiento
conceptual sino a través de una estimulación directa de los sentimientos, no
con el pensamiento". Las neuronas espejo son la base de la empatía y, por
lo tanto, de nuestro comportamiento social. En los humanos este sistema se
desarrolla junto con el sistema motor, por lo que son observables a muy
temprana edad.
Durante varios años,
los psicólogos estuvieron al tanto de este factor de contagio. Uno de los
experimentos que lo demostraba era que dos desconocidos entraban en un
laboratorio y debían marcar en una lista los estados de ánimo que
experimentaban en ese momento. Luego permanecían en silencio, mirándose,
durante unos minutos. A continuación volvían a marcar los elementos de la misma
línea. De las dos personas, la más expresiva emocionalmente habría transmitido
sus emociones al otro durante los dos minutos en silencio. Sin embargo, el
proceso en sí era un enigma y los psicólogos se preguntaban sobre el origen del
contagio.
Como este fue una
incógnita durante tantos años, no es sorprendente que algunos científicos
piensen que el descubrimiento de las neuronas espejo es el hallazgo neurológico
más importante desde hace décadas. Inclusive, “se podría comparar con lo que
significó el descubrimiento del ADN para la biología” según aseguró el neurólogo Vilayanur Ramachandran
en 2006.
Con la divulgación
del Sistema de Neuronas Espejo supimos que influimos de forma constante en el
estado cerebral de los demás. Según el modelo de Inteligencia Emocional de
Daniel Goleman, en la gestión de las relaciones somos responsables de cómo
determinamos los sentimientos de las personas con las que interactuamos, para
bien o para mal.
A partir de ahí surge
un interrogante: ¿Quién envía las emociones que pasan entre las personas y
quién las recibe? Una respuesta, para grupos de iguales, es que el emisor suele
ser el individuo más expresivo emocionalmente. Sin embargo, cuando existen
diferencias de poder (en la familia, en el aula, en el trabajo, en cualquier tipo
de organización) el emisor emocional es el individuo más poderoso (el líder):
él o ella marcarán el estado emocional del resto.
En cualquier grupo de
seres humanos se presta el máximo de atención (y se le confiere el máximo de
importancia) a lo que diga o haga la persona con más poder. Hay muchos que
señalan, por ejemplo, que si el líder de un equipo deportivo está de buen humor
los demás lo reflejan y el optimismo colectivo mejora el rendimiento del
conjunto. Todo lo contrario ocurre cuando el líder se muestra pesimista.
El contagio emocional
se produce siempre que las personas interactúan en pares, en grupos o en una
organización. La influencia anímica de una persona a otra surge automática,
instantánea e inconscientemente y escapa a nuestro control. No obstante,
nuestra mente tiene la capacidad de autocontemplación, autodomio y
autoconocimiento. Estas últimas tres capacidades, pertenecientes al ámbito
de la neurobiología interpersonal,
cobraron forma a medida que la ciencia ha ido descubriendo el cerebro
social.
El cerebro social
cuenta con una infinidad de circuitos, todos ellos concebidos para adaptarse a
la mente de otra persona e interactuar con ella. Como se dijo anteriormente,
cada uno de nosotros somos (o podemos ser) líderes en nuestro ámbito. Como
líder, ¿qué te gustaría contagiar para ayudar a que quienes te rodean sean
personas más felices, plenas y contentas consigo mismas?
Prof. Nse. Alejandra
del Fabro