“Lo que se resiste persiste”,
dice una antiquísima premisa tomada de las enseñanzas espirituales del Oriente.
Aunque en algunos círculos se haya convertido en una muletilla, encierra una gran sabiduría.
El dolor puede irrumpir en nuestras vidas de muchas maneras. Resistir el dolor es, sobre todo, negar que ya está con nosotros y luchar a ciegas contra lo que está pasando.
Pero pelearse con el dolor es pelearse con la realidad y, de acuerdo con nuestra experiencia, pelear contra la realidad es casi siempre un mal negocio.
Para comprender la inutilidad de la resistencia al dolor, puedes pensar en una rueda por la que corre un hámster.
Imagina que uno de los barrotes de la rueda tiene la etiqueta dolor. Independientemente de cuál sea el barrote por el que empiece a correr el hámster, siempre pasará por el barrote dolor. Tanto si corre hacia él como si se aleja, a él volverá tarde o temprano; y, cuanto más rápido corra, más rápido regresará a dolor.
Como el gozo y el placer, el dolor es parte de la vida humana. Y nuestra vida es como una de esas ruedas, una gran rueda construida con las muchas y diferentes experiencias que necesitamos vivir.
Lo mejor que podemos hacer para evitar el sufrimiento es permitir que las cosas pasen y abrazar nuestra vida.
No obstante, permitir que las cosas pasen no significa que nos gusten o que estemos de acuerdo con ellas. Tampoco significa que no debamos intentar hacer nada para cambiarlo.
Para honrar nuestra vida y definitivamente abrazar nuestra vida no es necesario que lo que nos sucede nos agrade.
Abrazar, amar y honrar nuestra vida sólo significa estar presentes y sentir con toda nuestra conciencia cualquier sentimiento que experimentemos en un determinado instante.
Estar presente no significa detener la mente, sino observarla y, desde ese lugar de contemplación y presencia, abrazar nuestra vida tal cual es y hacernos sus aliados, no sus adversarios.
La vida está siendo creada momento a momento y está siendo apoyada por el universo en su totalidad. No podría ser de otra manera.
Las ideas de lo que debería ser nuestra vida surgen de esa identidad artificial que llamamos auto-imagen, ego, que utiliza a nuestra mente para generar una nueva fantasía tras otra, que son los obstáculos para abrazar lo que realmente está pasando.
Aliarse al universo, del que indudablemente somos parte, y fluir en la incesante creación de aquello que llamamos nuestra vida constituye un acto poderoso y profundamente sabio. Cuando nuestro centro de gravedad energético está alineado con el flujo de la vida, podemos sentir amor, poder y libertad. Y somos entonces como una gota de agua que celebra ser parte del océano.
Podemos vivir nuestra vida a gran velocidad, saltando de experiencia en experiencia. Pero ¿qué pasaría si, en lugar de correr como corre el hámster sobre una gigantesca rueda de fantasías, nos detuviéramos a vivir las experiencias, sintiéndolas a fondo y honrando cada cosa que nos sucede? ¿Qué pasaría si, en vez de gastar energía tratando de realizar nuestros planes, predicciones o grandes ideas, aceptáramos que, en realidad, esos planes y esas ideas son parte del mismo universo que se re-crea a través de nosotros?
Si pudiéramos aceptar esto como un hecho, nos invadiría una gran tranquilidad, porque nos daríamos cuenta de que lo que tenga que ser será, y lo que deba ser hecho se hará, a través de nosotros.
A través de generaciones, en virtud del proceso de programación y de condicionamiento
individual, hemos aprendido a creer que, si nosotros no hacemos que suceda algo, ese algo no va a suceder. Eso es como regar el jardín cuando llueve.
La actitud interna de fluir con la vida requiere un gran poder creativo.
Aliarse a los movimientos del universo tal como se manifiesta en lo que llamamos nuestra vida implica permitir que ocurran poderosos cambios, cambios que ya están ahí, esperando que se les permita ocurrir, de acuerdo con otro plan que puede no ser comprendido por nuestra mente condicionada.
El tratamiento de este tema es necesario, porque nos permite detectar y desactivar esas áreas de nuestras vidas en las que se impone el sufrimiento.
En su libro The Power of Now, ‘El poder del ahora’, Eckhart Tolle recomienda qué hacer cuando en nuestra vida sucede algo que nos molesta o incomoda. Sostiene que, cuando estamos en paz con nosotros mismos, fluyendo con la vida, siempre tenemos tres opciones que podemos ejercer que no implican sufrimiento. Sin embargo, lo más habitual es que elijamos una cuarta y es, precisamente, sufrir.
Esas tres opciones son:
1. Cambiar lo que no me gusta o pedir por lo que quiero, estando dispuesto a recibir un “no” y a negociar si es necesario. Significa, pues, usar todos los medios posibles para cambiar la situación. Si tengo frío, me abrigo. Si tengo hambre, como. Si no tengo comida, la busco o la pido. Si estoy enfermo, busco la manera de mejorarme, etcétera. Si se trata de algo que me molesta en una relación con alguien, utilizo comunicación consciente, es decir que hablo de manera honesta, expresando cómo me siento y cuáles son mis necesidades. Hago todos los requerimientos necesarios, sabiendo que me pueden decir no a todo lo que pido, pero también que me pueden decir sí.
Implemento todos los cambios necesarios, en el convencimiento de que, si son posibles, significa que el universo los está apoyando. En otras palabras, el universo está creando los cambios a través de mí.
Ahora bien, si hago todo lo posible y aun así me es imposible cambiar la situación, entonces tengo dos opciones más, siempre estando en paz conmigo mismo…
2. Aceptar total y profundamente lo que está sucediendo y estar en paz con ello, sin culpar a nadie ni quejarme de nada. Esto no es resignarse ni tolerar, ni capitular, lo que implicaría generar contracciones emocionales de tristeza, resentimiento, culpa o miedo. Cuando aceptamos la vida y nos aliamos a ella, encontramos la manera de disfrutarla tal como es.
Aceptar, ceder y entregarse después de haber tratado de hacer todos los cambios posibles –o incluso mientras aún los estamos intentando– nos provee de muchísima energía y nos hace más creativos.
En virtud de la ley de atracción, atraemos a nuestra vida energías similares a la nuestra. Esta actitud puede brindar muchísima paz interna y fuerza en casos de enfermedades crónicas o terminales, discapacidades físicas sin remedio, la muerte de un ser cercano, tragedias o accidentes.
Además, aumenta las posibilidades de nuestro cuerpo de curarse a sí mismo, puesto que no estará gastando fuerza vital en dolor imaginario.
Incontables son los ejemplos de personas que han mejorado de manera sorprendente su calidad de vida, simplemente al encontrar paz interior y al haberse aliado a la vida, en lugar de resistirla.
Pero, aun si no puedo cambiar lo que no me gusta y me es imposible aceptarlo...
3.Alejarme de la situación es la tercera opción que puedo tomar experimentando paz interna
Por ejemplo, si he llegado a la comprensión de que una de las necesidades más importantes de mi vida es la de estar en paz y disfrutarla, y me encuentro en una situación laboral por la que estoy encerrado todo el tiempo en una oficina donde el ambiente es de tensión constante, con peleas y ruidos estridentes:
a) Uso mi primera opción, que es intentar cambiar la situación. Intento hablarlo con mis superiores, pido un cambio de sección, etcétera. Pero, si aun así, nada cambia...
b) Intento aceptar la situación como es. Sin embargo, me es imposible hacerlo. Termino mi día cansado, malhumorado, mi mente juzga y se queja sin parar. En otras palabras, estoy sufriendo.
c) Entonces pongo en marcha la tercera opción: me alejo de la situación. Busco otra manera de ganarme la vida, que esté más alineada con mis principios, con mis prioridades y con mis valores de vida.
Lo importante es tener claro que no vamos a negociar nuestro estado de paz interior a ningún precio. Sin embargo, hacerlo no es tan fácil como decirlo.
El obstáculo principal es el hecho de que culturalmente estamos programados para ser víctimas, para quejarnos y sufrir, y ésta es la cuarta opción, la que casi siempre elegimos.
Lo vemos todo el tiempo y lo hemos visto mientras crecíamos. Vimos a nuestras familias, a nuestros maestros y a muchos otros sufrir y no disfrutar de sus vidas, y nos convencimos de que eso es natural y normal. “La vida es sufrimiento”, dicen, y todos estamos de acuerdo, lo creemos y lo transformamos en una verdad. Sólo puede ser natural y normal en tanto y en cuanto seamos inconscientes de quiénes somos y de qué somos en verdad.
Cuando creemos que somos lo que no somos, vivimos la vida desde la mentira. Y, cuando nos mentimos, la consecuencia natural es el sufrimiento.
Cuando ignoramos que podemos elegir y ejecutamos siempre la misma opción, la de ser víctimas, es casi imposible vivir en paz con nosotros mismos. En otras palabras, sin saberlo estamos eligiendo quejarnos y estar ansiosos o preocupados. Estamos optando por juntar resentimiento, por acusar y culpar a los demás, optando por mentir y esconder, y usando muchas otras estrategias para no tomar responsabilidad por nuestras vidas.
Para mi lo primero es si algo ha ocurrido, aceptarlo, lo cual nos resulta a veces difícil, pues confundimos aceptar con que nos guste lo que pasa, aceptar con que estemos de acuerdo, y no es asi… aceptar es simplemente decirse “si” a lo que esta sucediendo, pues ya es asi y no puede ser de otra manera, y luego ver que puedo hacer con ello…
Ejercicio
Toma papel y lápiz. Recorre tu vida y detecta esas áreas donde hay sufrimiento, es decir que no puedes aceptar la situación. Hazte las preguntas 1 a 7, siempre teniendo en mente que tu objetivo es vivir una vida de paz y de disfrute.
Área:...........................................................................
1. ¿Hay algo que puedo cambiar al respecto? Sí No
2. Puedo cambiar..............................................................
3. ¿Estoy dispuesto a hacer el cambio? Sí No
4. ¿Puedo aceptarlo? Sí No
5. ¿Estoy dispuesto a aceptarlo? Sí No
6. ¿Elijo removerme de esa situación? Sí No
7. ¿Estoy dispuesto a hacerlo? Sí No
Una sugerencia: hazlo primero con algo fácil, como “No me gusta que mi escritorio esté siempre lleno de papeles” o “Tengo una caries y no voy al dentista”. Luego elige algo mucho más difícil, como por ejemplo “No me gustan mis piernas” o “No me gusta el novio de mi hija”.
La memoria de las células ( Luis Diaz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario