CUANDO TÚ CAMBIAS....
EL MUNDO CAMBIA ANTE TU MIRADA

PROCESO CMR

· . ¿Quieres un cambio en tu vida y no sabes por dónde empezar?

- ¿Te pasa que a pesar de haber hecho terapias, cursos, etc., te sientes estancado?

-¿Sientes que las situaciones te superan?

- ¿Te sientes cansado, estresado, sobrecargado, y no sabes cómo gestionar tus emociones?

- ¿Estás cansado de no poder ser tú mismo, de no saber poner límites?

- ¿Sientes que no te entienden, que no te valoran? Tus relaciones son conflictivas?

- ¿Tus miedos te limitan/paralizan a la hora de concretar tus proyectos?

Puedo ayudarte


TE ACOMPAÑO A LIBERAR TUS LIMITACIONES MEDIANTE HERRAMIENTAS SENCILLAS Y EFECTIVAS, PARA QUE PUEDAS VIVIR PLENAMENTE


martes, 13 de marzo de 2018

¡HABLÁLE A TUS CÉLULAS!


Resultado de imagen de hablale a tus celulas


Si acaso mi amigo tu salud flaquea,
háblale a tus células con honda emoción,
pídeles que cumplan bien con su tarea
y que restablezcan su óptima función.


Dirígete a ellas de forma serena
y con la inflexión que mejor te cuadre
con el tono dulce de una madre buena,
o con la firmeza con la que habla un padre.


Pero siempre hazlo de manera suave
como si le hablaras al ser mas querido,
porque en el amor reside la clave,
para que el mensaje sea correspondido
y diles las frases que surjan de adentro,
las que mas te nazcan desde el corazón.


”vuelvan mis amadas a su justo centro,
recobren ya mismo su alta perfección,
restauren ahora la exacta plantilla
de nuestro perfecto diseño inicial.


Recuperen niñas la luz que mas brilla,
la de vuestra impronta completa y cabal.
Las amo pequeñas y les agradezco,
que aquí en este instante reciban mi amor
y que restablezcan lo que me merezco,
que mi ser recobre todo su esplendor.”


Cuando tú sostienes con suave insistencia
ese sentimiento de alta apreciación,
creas un efecto llamado coherencia
en el magnetismo de tu corazón
y como ese campo se halla conectado
con el vibratorio campo universal,
nos responde siempre si le hemos hablado
con su propio idioma el “emocional”.


Ellas de ese modo captan tu mensaje,
perciben la carga que lleva tu acento
y vibran felices al darle hospedaje
al amor que envías con tu pensamiento
y así agradecidas de que al fin les hables
con tanta ternura, con tanta atención
responden veloces a tu trato amable
apurando el curso de tu curación.


Háblales amigo con genuino afecto
y mientras les hablas siéntete sanado,
saludable, fuerte, vital y perfecto,
con tu cuerpo entero todo iluminado.


Haz que ese cariño se torne ostensible,
haz que lo transmita tu tono de voz
y te darás cuenta que no hay imposibles
para aquel que asume que es parte de dios.

Jorge Oyhanarte.



lunes, 5 de febrero de 2018

Inteligencia Emocional: interacción cerebro emocional/cerebro racional


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La evolución conocía cuales eran sus prioridades. Y la evolución es ante todo una cuestión de supervivencia y de transmisión de nuestros genes de una generación a la siguiente.

Sea cual fuere la complejidad del cerebro que se ha ido conformado en el transcurso de varios millones de años, sea cuales fueren sus prodigiosas capacidades de concentración, abstracción, de reflexión sobre sí mismo, si nos impidiesen detectar la presencia de un tigre o de un enemigo, o no nos permitieran reconocer la presencia de una compañía sexual apropiada y, por tanto, una ocasión de reproducirnos, nuestra especie se habría extinguido hace ya mucho.

Por fortuna, el cerebro emocional vela permanentemente. Se encarga de vigilar el entorno, en segundo plano.

Cuando detecta un peligro o una oportunidad excepcional desde el punto de vista de la supervivencia –un posible compañero sexual, un territorio, un bien material útil-, desencadena de inmediato una alarma que anula en pocos milisegundos todas las operaciones del cerebro cognitivo e interrumpe su actividad. Eso permite que el cerebro, en su conjunto, se pueda concentrar instantáneamente en lo que resulta esencial para la supervivencia.

Éste es el mecanismo que nos ayuda, cuando conducimos, a detectar, de manera inconsciente, un camión que viene en nuestra dirección, cuando nos hallamos enfrascados en una conversación con el pasajero. El cerebro emocional descubre el peligro y, a continuación, centra nuestra atención hasta que el peligro desaparece.

También es él el que interrumpe la conversación entre dos hombres en la terraza de una cafetería cuando en su campo de visión irrumpe una seductora minifalda. Y también es él el que silencia a los padres en un parque cuando perciben por el rabillo del ojo que un perro desconocido se acerca a su hijo.

El equipo de Patricia Goldman-Rakic, de la Universidad de Yale, ha demostrado que el cerebro emocional tiene la capacidad de “desconectar” el córtex anterior, la parte más avanzada del cerebro cognitivo (el término inglés, como en informática, es situarlo off-line).
Bajo el efecto de un estrés importante, el córtex anterior deja de responder y pierde la capacidad de guiar el comportamiento. De repente, los que toman la iniciativa son los reflejos y las acciones instintivas. Más rápidos y cercanos a nuestra herencia genética, la evolución les ha dotado de prioridad en las situaciones urgentes, como si estuviesen mejor dotados para guiarnos que las reflexiones abstractas cuando lo que está en juego es la vida.

En las condiciones de vida casi animales de nuestros antepasados, este sistema de alarma era algo esencial. Varios cientos de miles de años tras la aparición del Homo sapiens, nos sigue resultando prodigiosamente útil en la vida cotidiana.

No obstante, cuando nuestras emociones son demasiado intensas, esta preeminencia del cerebro emocional sobre el cognitivo empieza a dominar nuestro funcionamiento mental. Perdemos entonces el control del flujo de nuestros pensamientos y nos tornamos incapaces de actuar en función de nuestro mejor interés a largo plazo.

Eso es lo que nos sucede cuando nos sentimos “irritables” tras una contrariedad, en el transcurso de una depresión, o como consecuencia de un traumatismo emocional más grave. Eso es también lo que explica el “temperamento demasiado sensible” de aquellas personas que ha padecido abusos físicos, sexuales, o incluso simplemente emocionales.
En la práctica médica, se pueden hallar dos ejemplos corrientes de este cortocircuito emocional.

El primero es el que se denomina “estado de estrés postraumático” (EEPT): a consecuencia de un traumatismo grave –por ejemplo, una violación o un terremoto-, el cerebro emocional se comporta como un centinela leal y consciente. Desencadena la alarma con mayor frecuencia, como si fuese incapaz de asegurar la ausencia de todo peligro.
El segundo ejemplo corriente es el de los ataques de ansiedad, que en psiquiatría también se llaman ataques de pánico.

En los países desarrollados, casi una persona de cada veinte ha sufrido ataques de pánico. A menudo, las víctimas tienen la impresión de que van a padecer un infarto, a causa de las impresionantes manifestaciones físicas.

El cerebro límbico toma repentinamente el control de todas las funciones del cuerpo: el corazón late a toda velocidad, el estómago se anuda, manos y piernas tiemblan, el sudor perla todo el cuerpo.
Al mismo tiempo, las funciones cognitivas son aniquiladas por la subida de adrenalina.
El cerebro cognitivo no percibirá razón alguna para un estado de alarma tal, pues permanecerá “desconectado” por la adrenalina, siendo incapaz de organizar una respuesta coherente frente a la situación.
Las personas que han padecido ataques de este tipo lo describen muy bien: “Mi cerebro estaba como vacío; no podía pensar. Las únicas palabras de las que era consciente eran: “Estás a punto de morir; llama a una ambulancia. ¡Deprisa!”.

Por el contrario, el cerebro cognitivo controla la atención consciente, la capacidad de atemperar las reacciones emocionales antes de que se tornen desproporcionadas. Esta regulación de las emociones por parte del cognitivo nos libera de lo que podría ser una tiranía de las emociones y una vida totalmente dirigida por instintos y reflejos.
Un estudio efectuado en la Universidad de Standard, California, con medios de visualización cerebral ha dejado claro ese papel del cerebro cortical.

Cuando los estudiantes miran fotos muy desagradables –de cuerpos mutilados o de rostros desfigurados, por ejemplo-, sus cerebros emocionales reaccionan de inmediato.

No obstante, si realizan el esfuerzo consciente de controlar sus emociones, serán las regiones corticales las que dominarán sobre las imágenes de su cerebro en acción y las que bloquearán la actividad del cerebro emocional.

Pero la cuchilla del control cognitivo de las emociones tienen dos filos: si se utiliza demasiado puede acabar perdiéndose el contacto con las llamadas de socorro del cerebro emocional. Pueden apreciarse los efectos de esta supresión excesiva en las personas que han aprendido, de niños, que sus emociones no eran aceptables, siendo el cliché por excelencia en la materia la exhortación tantas veces escuchada entre hombres: “Los chicos no lloran”.

Un control exagerando de las emociones también puede dar paso a un temperamento no suficientemente sensible.

Un cerebro que no deja que la información emocional desempeñe su papel se enfrenta a otros problemas.
Por una parte resulta mucho más difícil tomar decisiones porque no se siente preferencia alguna “en el fuero interno”, es decir, en el corazón y el vientre, las partes del cuerpo que ofrecen un eco “visceral” a las emociones. Por esta razón se ve a los intelectuales un poco demasiado “dotados”- a menudo hombres- perderse en consideraciones infinitas de detalles cuando se trata de elegir entre dos coches, por ejemplo, o incluso entre dos cámaras fotográficas.

La separación entre el cerebro cognitivo y el cerebro emocional comporta una capacidad extraordinaria para no percibir las pequeñas señales de alarma de nuestro sistema límbico.
Siempre encontramos buenas razones para encerrarnos en un matrimonio o en una profesión que en realidad nos hacen sufrir, violentando a diario nuestros valores más profundos. Pero eso no se arregla haciendo oídos sordos a una desazón subyacente.

Como el cuerpo es el principal campo de acción del cerebro emocional, este callejón sin salida se traduce en problemas físicos.

Los síntomas son las clásicas enfermedades del estrés: la fatiga inexplicable, la hipertensión arterial, los catarros y otras infecciones repetitivas, las enfermedades cardíacas, los trastornos intestinales y los problemas de la piel. Investigadores de Berkeley han llegado incluso a sugerir hace poco que lo que más pesa sobre nuestro corazón y arterias es la supresión de las emociones negativas por parte del cerebro cognitivo, y no las emociones negativas en sí mismas.

Para vivir en armonía en la sociedad humana, hay que alcanzar y mantener un equilibrio entre nuestras reacciones emocionales inmediatas –instintivas- y las respuestas racionales que preservan los vínculos sociales a largo plazo.

La inteligencia emocional se expresa al máximo cuando los dos sistemas del cerebro –el cortical y el límbico- cooperan en todo momento. En este estado, los pensamientos, decisiones y gestos, se ajustan y fluyen de manera natural, sin que prestemos una atención particular, sabemos qué elección tomar en cada instante, y vamos en pos de nuestros objetivos sin esfuerzo porque nuestras acciones están en línea con nuestros valores.

Este estado de bienestar es a lo que aspiramos continuamente: la manifestación de la armonía perfecta entre el cerebro emocional, que proporciona la energía y la dirección, y el cerebro cognitivo, que organiza su ejecución. 
                                                                                                                    A. Damasio





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lunes, 22 de enero de 2018

Terapia de Integración Psico-Emocional



Llamo Terapia de Integración Psico-emocional, a un proceso terapéutico de transformación interna, a todos los niveles: físico, mental, emocional, energético, espiritual, donde integro las herramientas más poderosas y simples para la transformación interior, para aprender a conocer cómo funcionamos, cómo funciona nuestra mente, qué patrones/creencias, muchas de ellas inconscientes nos condicionan y mueven estados emocionales, que a la vez movilizan una determinada química en el organismo y esto repercute en nuestra salud a todos los niveles.

Una vez observados estos patrones y creencias, poder elegir cambiarlos, para crear una vida más saludable, aprendiendo a gestionar las emociones, desarrollando la inteligencia emocional, que influirá no solo en tu vida, sino en las relaciones con los demás.

Aprendes a soltar las cargas emocionales, los conflictos no resueltos que han quedado “grabados” en las memorias de las células a nivel inconsciente y que hacen que, hasta que no se resuelvan, atraigas situaciones con una resonancia similar a la de origen para poder liberar ese dolor, que se traduce en contracciones energéticas, que a su vez producen dolor físico, emocional o ambos.

Con el proceso terapéutico, aprendes a ser el protagonista de tu vida, te haces responsable de ti mismo, sin culpar al afuera por lo que estás viviendo, y aprendes a conectar con tus recursos internos para poder satisfacer tus necesidades, adquiriendo independencia emocional.

Además del trabajo terapéutico en armonizar cuerpo/mente, vamos “habilitando” el estado de Presencia (llamado también Observador/Conciencia/Testigo interior), que es nuestra verdadera Realidad, y aprendemos a des-identificarnos con lo “transitorio”, lo que cambia: cuerpo/mente, pero sin dejar de atenderlo, pues es nuestro vehículo de experimentación en esta escuela que es la Tierra.
Logras ampliar tu conciencia y aprendes a expresar en la vida el potencial que eres como Esencia.

Para el trabajo terapéutico, me valgo de diferentes herramientas, desde la visión de la Psicología Transpersonal (integración de las psicologías de oriente y occidente), la Descodificación de Enfermedades (Nueva Medicina Germánica), la Liberación de la Memoria Celular (CMR), Mindfulness (Atención Plena), Focusing (Presencia en la Emoción), el Yoga, la Psicogenealogía, PNL (Programación Neurolinguística), Hipnosis Ericksoniana, Regresiones, Técnicas de Relajación, Visualización Creativa, The Work (Byron Katie)….Comunicación no violenta (Rosenberg), entre otras….


El modelo que propongo en esta Terapia Integrativa, habla de un nuevo Paradigma, donde las herramientas terapéuticas, están sostenidas por las últimas investigaciones en Neurociencias:

Psiconeuroendocrinmunología - Neuroplasticidad Cerebral - Epigenética, Neurogastroenterología - Coherencia Cardíaca - Inteligencia Emocional,…. y en las investigaciones en Física Cuántica, entre otras…, logrando cambios profundos y duraderos, en poco tiempo, que afectaran tu entorno, tu vida, transformándola completamente.





ALGUNOS DE LOS BENEFICIOS QUE PUEDES LOGRAR CON EL PROCESO TERAPÉUTICO


  • Aprender a escuchar el mensaje de las emociones, superando la ansiedad, el miedo, la depresión, la agresividad…, mejorando notablemente tu salud.
  • Sanar tus patrones tóxicos, tus creencias limitantes, los bloqueos de la niñez que afectan tu vida actual. Te harás de herramientas sencillas y prácticas para aplicar en tu vida cotidiana.
  • Aprender a descubrir y a satisfacer tus necesidades saludablemente.
  • Sentirte más tranquilo/a, seguro/a de tí mismo/a, con más confianza en tus recursos internos, más claro/a y creativo/a para poder poner en acción tus proyectos.
  • Mejorar tus relaciones en general (familiares, pareja, amigos, conocidos…), aprendes a poner límites sanos, sintiéndote más feliz.
  • Comprobar que las crisis son verdaderas oportunidades de cambio interior, haciéndote responsable de tí mismo/a, sin culpar al entorno por lo que te ocurre.
  • Aprender a aceptar lo que te está pasando, y desde ahí, poder cambiar, viviendo más relajado/a, sintiéndote mejor ser humano.
  • Sentirte más integrado/a en cuerpo, mente y espíritu, y entender la vida como un proceso de aprendizaje.
  • Conectar con tu sentido de vida.
  • Aprender a conectar con el estado de Presencia, con el Ser que eres, actualizando en tu vida tus valores esenciales.



Juana. Ma. Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
Especialista en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional de Liberación de la Memoria Celular (CMR)



Consultas Presenciales - Consultas por Skype.



Consultas al Tel.   653-936-074                juani593@hotmail.com





lunes, 25 de diciembre de 2017

Termina el año, un ciclo se cierra…

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Termina el año, un ciclo se cierra…

Solemos desearnos paz, felicidad, abundancia, salud, y muchos buenos deseos…, sin embargo, no nos planteamos que todo esto que anhelamos, lo esperamos generalmente del “afuera”: esperamos que cambie el gobierno, el trabajo, la pareja, los afectos, la situación en la que estamos…, esperamos que algo del exterior cambie…, y a veces, no nos damos cuenta que el cambio real viene de nuestro interior: “se el cambio que quieres ver en el mundo” como dice Gandhi.

Y  no se trata de meros conceptos o palabras bonitas, sino que me refiero a un cambio real, donde aprendamos a conocer nuestro funcionamiento, nuestros programas mentales que hacen que nuestra vida sea de la manera en que esta siendo, aprender de cada situación, que para ello esta en nuestra vida, dejar de resistirnos  a “lo que es”, aprender el arte de aceptar, de soltar, de cambiar lo que podemos para una vida saludable en todos los niveles, y si no está en nuestras manos el cambiarlo, aceptar y a veces retirarse es la opción mas adecuada, de todas maneras, hacemos lo que podemos y sabemos con lo que tenemos.

Se trata simplemente de aceptar y aprender integrando las distintas facetas de nuestra personalidad, sin apegarnos  a ese “personaje” que estamos representando, sin confundirnos con él, aprender a desarrollar un “ego/personalidad sana”, necesaria para funcionar en el mundo fenoménico de las formas, de la dualidad, sin confundir que somos mucho mas que esa personalidad, somos el Ser expresándose en las múltiples formas.

Si necesitas acompañamiento, hacerte de algunas herramientas para tu viaje, puedes contar conmigo.


Juana Ma. Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal (Escuela Española de Desarrollo Transpersonal)
Biodescodificación-Bioneuroemoción
Liberación de la Memoria Celular
Anatheoresis
Yoga Integral
Terapias Naturales
Cursos online


Centro  Elim   www.centroelim.org

Cita Previa: 653-936-074   

 juani593@hotmail.com





domingo, 3 de diciembre de 2017

El dialogo interno


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¿Cómo te hablas a ti mismo?

Es de vital importancia lo que nos decimos a nosotros mismos ante una situación que estamos experimentando. El dialogo interior está basado sobre el sistema de creencias, muchas de ellas inconscientes y afecta nuestro mundo emocional más de lo que nos imaginamos, pero también nuestros estados emocionales, creencias, etc., afectan nuestro diálogo interno. 

Se ha descubierto que, cuando nuestro dialogo interno es nocivo, llega hasta el punto de “matar neuronas en ciertos centros cerebrales, como los hipocampos. (Dr. Mario Alonso Puig)

La facultad de Medicina de la Universidad de Harvard ha demostrado que entre el 60% y el 90% de las consultas a médicos generales en occidente tienen relación con determinadas emociones aflictivas que se prolongan en el tiempo.

Es muy importante ser conscientes de que es lo que nos decimos ante las situaciones que vivimos, pues de esa interpretación, depende la calidad de nuestras experiencias, y es que según lo que nos digamos movemos estados emocionales que tienen que ver con sustancias químicas en el organismo, no es lo mismo sentirnos furiosos, que sentirnos contentos. El dialogo interno, puede cambiar nuestro estado anímico en segundos.

«No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede» Epícleto



Aprender a escuchar a esa voz interna, a ser conscientes de ella, nos ayuda a mejorar nuestra automotivación y a regular el mundo emocional, ya que contrario a lo que solemos creer, somos responsables de nuestro mundo emocional, de lo que sentimos.

Gran parte de la vida, solemos culpar al afuera por cómo nos sentimos y nos justificamos, estoy triste porque tal persona no me hizo caso, o estoy furioso pues mi pareja no me escucha, o estoy frustrado porque el país está en crisis…etc. Y es que sin negar la situación exterior, la verdad es que lo que yo interpreto, yo que yo me digo de lo que está ocurriendo tiene mucho que ver con mi estado, con lo que siento, el otro puede actuar a su manera, pero en mi interior yo decido si me afecta o no, y si me afecta, toca revisar que patrones, maneras de funcionar se activan en mí que hacen que la situación me afecte y poder revisar sistema de creencias que ya no me apoyan a crear una vida saludable. 

Así, al ir tomando conciencia de que somos responsables de nosotros mismos, nos damos cuenta que “nadie nos puede herir sin nuestro consentimiento”.

Conviene cuando nos decimos algo que nos hace sentir mal, confrontar la creencia, por ej. Si me sorprendo diciendo que soy torpe, preguntarme: ¿realmente es así, soy torpe?, ¿es del todo real lo que me digo?, ¿es así en todo momento? O ¿es que me comporte torpemente?, ¿habrá situaciones donde no me comporte torpemente?....entonces la creencia pierde fuerza. 

Para poder detectar como nos hablamos a nosotros mismos, qué nos decimos, y si ese dialogo es tóxico, aprender a hablarnos de otra manera más saludable:

· hemos de entrenar la mente a estar presente, aprender a observar sin juicio los pensamientos, adoptando una actitud meditativa, para sorprendernos cuando nos estamos hablando mal. 

· Soltar la atención de los pensamientos y dirigirla a las sensaciones corporales. ¿Qué estoy notando en el cuerpo? ¿Qué sensaciones físicas noto: tensión en la mandíbula, en el cuello, puños apretados, hormigueos, calor, opresión en el pecho, nudo en el estómago, etc.?

· preguntarnos que estoy sintiendo, ponerle un nombre a la emoción o sentimiento: enojo, rabia, tristeza, angustia, ansiedad…) al ponerle nombre, al etiquetar la emoción, o sentimiento, se activan áreas del cerebro que nos ayudan a ser más resolutivos.

Hay un estudio científico (universidad de California) que demuestra que cuando nombramos una emoción la corteza prefrontal fabrica péptidos que inhiben la amígdala sobreactivada.

Desarrollando la Inteligencia Emocional, podemos equilibrar y armonizar la parte emocional y racional del cerebro. 

Al observar cual es el dialogo interno que nos lleva a sentirnos así, nos daremos cuenta que solemos decirnos cosas como: todo lo hago mal, siempre me pasa lo mismo, no cambio más, que estúpido soy, etc. 

Luego de haber tomado conciencia de lo que me digo, podre ver como distorsiono los hechos bajo los efectos de la emoción y de las creencias, se trata de confrontar como dije antes las creencias, para verificar si son realmente ciertas.

· Y me planteare como puedo aprender a hablarme, o que decirme a mí mismo ante esa situación que me haga sentir mejor.

· Haciendo esto, puedo volver a observar mis pensamientos y emociones y notar el cambio.

· Noto que sensaciones físicas aparecen al cambiar el dialogo interno tóxico por un dialogo más amable y que me hace sentir mejor.

· Y por último mirare que acción tomar, cual es el primer paso a dar para poder cambiar la situación que no me gusta, pues al tomar acción desaparece la sensación de inmovilidad que nos genera la preocupación por algo.

nueces y neuronas



viernes, 3 de noviembre de 2017

Reflexión sobre la Confianza



Que soñarías, harías hoy si supieras que no vas a fracasar??

Qué te detiene a hacer realidad tu sueño?

Qué te animaría a realizarlo?

Quizá es la falta de confianza en conseguirlo….por miedos…si reemplazas esos miedos por el amor y la confianza, saldrán recursos internos y la motivación para lograr lo que quieres materializar en tu realidad…pero cuidado, se trata de no aferrarse a un resultado…apelar al poder de la atención y la intención….enfocar la atención en lo que quieres concretar, crear…poner tu energía allí y luego soltar…despegarte de un resultado determinado, de pretender que sea de una u otra manera….como si plantas una semilla, no remueves la tierra a diario para ver si germina, sino que abonas la tierra, la siembras, le echas agua y la dejas al calor del sol y esperas…a que la naturaleza, el universo haga el resto…

Porqué nos cuesta tanto confiar? 

Habrá que revisar las creencias limitantes arraigadas en lo más profundo de tu ser, las creencias que te dicen que no eres merecedor, que no puedes lograrlo, los miedos.…, etc.

Cuando eras niño te decían cosas como: no vales para la música, no eres lo suficientemente listo para las matemáticas, no eres hábil para el dibujo, no lograras esto o lo otro….etc. y te lo creíste…..luego, de grande cuando se te presentó un nuevo desafío, no te animaste por las ideas de que no puedes, o no debes, o es difícil, o es imposible, y ahogaste los sueños…sin intentarlo siquiera….sin darte cuenta que si tienes una idea, un sueño, es porque es posible realizarlo, al menos intentarlo…suelta los juicios, esas voces internas que te dicen: no puedes, es difícil, no te lo mereces….e inténtalo…no tienes nada que perder, y, quien sabe, quizá ese sueño se haga realidad…. 






La importancia del equilibrio entre cerebro emocional y cerebro cognitivo


El cerebro emocional: cerebro límbico

El cerebro límbico controla las emociones y la fisiología del cuerpo. El cerebro límbico está constituido por las capas más profundas del cerebro humano. De hecho es un <<cerebro en el interior del cerebro>>

La organización del cerebro emocional es bastante más simple que la del neocórtex. A diferencia de lo que sucede en este último, la mayoría de las áreas del cerebro límbico no están organizadas en capas regulares de neuronas que permiten el tratamiento de la información, sino que las neuronas están más bien amalgamadas. 

A causa de esta estructura más rudimentaria, el tratamiento de la información por parte del cerebro emocional es mucho más primitivo que el efectuado por el neocórtex. Pero es más rápido y está más adaptado a reacciones esenciales para la supervivencia. Por esta razón, por ejemplo, en la penumbra de un bosque, un pedazo de madera en el suelo puede parecer una serpiente y desencadenar una reacción de temor. 

Antes de que el resto del cerebro pueda completar el análisis y concluir que se trataba de un objeto inofensivo, el cerebro emocional desencadenará, basándose en informes muy parciales y a menudo incorrectos, la reacción de supervivencia que le parezca más adecuada.

El cerebro límbico es un centro de control que recoge continuamente informaciones provenientes de distintas partes del cuerpo y que responde de manera apropiada controlando el equilibrio fisiológico: la respiración, el ritmo cardíaco, la tensión arterial, el apetito, el sueño, la líbido, la secreción de hormonas, e incluso el funcionamiento del sistema inmunitario, están bajo sus órdenes. 

El papel del cerebro límbico parece ser mantener las diferentes funciones en equilibrio, el estado de homeostasis: el equilibrio dinámico que nos mantiene con vida.

Desde este punto de vista, nuestras emociones no son más que la experiencia consciente de un largo conjunto de reacciones fisiológicas que regulan y ajustan continuamente la actividad de los sistemas biológicos del cuerpo a los imperativos del entorno interno y externo.

El cerebro emocional mantiene, pues, casi una mayor intimidad con el cuerpo que con el cerebro cognitivo. Y por esta razón suele ser más fácil acceder a las emociones a través del cuerpo que mediante la palabra.

Debido a su estrecha relación con el cuerpo, suele resultar más fácil actuar sobre el cerebro emocional a través del cuerpo que mediante el lenguaje.




El neo córtex o cerebro cognitivo

El cerebro cortical controla la cognición, el lenguaje y el razonamiento. El neocórtex, la “corteza nueva”, es la superficie plisada que da al cerebro su apariencia tan característica. También es la envoltura que rodea al cerebro emocional. Se encuentra en la superficie pues, desde el punto de vista evolutivo, es la capa más reciente. 

Está constituido por seis estratos distintos de neuronas, regulares y organizadas para un óptimo tratamiento de la información, como en un microprocesador. Esta organización es la que confiere al cerebro su excepcional capacidad para tratar la información.

Aunque sigue siendo muy difícil programar los ordenadores para que reconozcan los rostros humanos en todas las condiciones de iluminación y orientación, el neocórtex lo logra sin dificultad en pocos milisegundos. En el campo de la audición, sus complejas capacidades de tratamiento del sonido le permiten diferenciar, incluso antes de nacer, entre el lenguaje materno y cualquier otro lengua extraña.

En el hombre, la parte del neocórtex que se halla tras la frente, por encima de los ojos, bautizada como <<córtex o corteza anterior>>, está especialmente desarrollada. 

Mientras que el tamaño del cerebro emocional es casi el mismo de una especie a otra (teniendo en cuenta, claro está, las diferencias de tamaño), el córtex anterior presenta en el hombre una proporción mucho mayor del cerebro que en los demás animales.

Gracias a la intermediación del córtex anterior, el neocórtex se ocupa de la atención, la concentración, la inhibición de los impulsos e instintos, el ordenamiento de las relaciones sociales y, como demostró Damasio, el comportamiento moral. Sobre todo es el que establece los planes de futuro a partir de símbolos que no están presentes en el espíritu, es decir, sin que la información resulte aparente para la vista o la tengamos entre manos. 

Atención, concentración, reflexión, planificación, comportamiento moral: el neocórtex –nuestro cerebro cognitivo- es un componente esencial de nuestra humanidad.





Cuando hay entendimiento entre ambos cerebros

Los dos cerebros, emocional y cognitivo, perciben la información proveniente del mundo exterior más o menos a la vez. A partir de ahí, pueden bien cooperar, o disputarse el control del pensamiento, de las emociones y del comportamiento. El resultado de esta interacción –cooperación o competición- es lo que determina lo que sentimos, nuestra relación con el mundo y con los demás. Las diversas formas de competición nos hacen desgraciados.

Por el contrario, cuando el cerebro emocional y el cognitivo se complementan, uno para dar dirección a lo que queremos vivir (el emocional), y el otro para hacernos avanzar por ese camino de la manera más inteligente posible (el cognitivo), sentimos una armonía inferior –un <<estoy ahí donde quiero estar en mi vida>>- que sustenta todas las experiencias duraderas de bienestar.


El cortocircuito emocional

La evolución conocía cuales eran sus prioridades. Y la evolución es ante todo una cuestión de supervivencia y de transmisión de nuestros genes de una generación a la siguiente. 

Sea cual fuere la complejidad del cerebro que se ha ido conformado en el transcurso de varios millones de años, sea cuales fueren sus prodigiosas capacidades de concentración, abstracción, de reflexión sobre sí mismo, si nos impidiesen detectar la presencia de un tigre o de un enemigo, o no nos permitieran reconocer la presencia de una compañía sexual apropiada y, por tanto, una ocasión de reproducirnos, nuestra especie se habría extinguido hace ya mucho.

Por fortuna, el cerebro emocional vela permanentemente. Se encarga de vigilar el entorno, en segundo plano. Cuando detecta un peligro o una oportunidad excepcional desde el punto de vista de la supervivencia –un posible compañero sexual, un territorio, un bien material útil-, desencadena de inmediato una alarma que anula en pocos milisegundos todas las operaciones del cerebro cognitivo e interrumpe su actividad. Eso permite que el cerebro, en su conjunto, se pueda concentrar instantáneamente en lo que resulta esencial para la supervivencia.

Éste es el mecanismo que nos ayuda, cuando conducimos, a detectar, de manera inconsciente, un camión que viene en nuestra dirección, cuando nos hallamos enfrascados en una conversación con el pasajero. El cerebro emocional descubre el peligro y, a continuación, centra nuestra atención hasta que el peligro desaparece.

También es él el que interrumpe la conversación entre dos hombres en la terraza de una cafetería cuando en su campo de visión irrumpe una seductora minifalda. Y también es él el que silencia a los padres en un parque cuando perciben por el rabillo del ojo que un perro desconocido se acerca a su hijo.

El equipo de Patricia Goldman-Rakic, de la Universidad de Yale, ha demostrado que el cerebro emocional tiene la capacidad de “desconectar” el córtex anterior, la parte más avanzada del cerebro cognitivo. 

Bajo el efecto de un estrés importante, el córtex anterior deja de responder y pierde la capacidad de guiar el comportamiento. De repente, los que toman la iniciativa son los reflejos y las acciones instintivas. Más rápidos y cercanos a nuestra herencia genética, la evolución les ha dotado de prioridad en las situaciones urgentes, como si estuviesen mejor dotados para guiarnos que las reflexiones abstractas cuando lo que está en juego es la vida. 

En las condiciones de vida casi animales de nuestros antepasados, este sistema de alarma era algo esencial. Varios cientos de miles de años tras la aparición del Homo sapiens, nos sigue resultando prodigiosamente útil en la vida cotidiana.

No obstante, cuando nuestras emociones son demasiado intensas, esta preeminencia del cerebro emocional sobre el cognitivo empieza a dominar nuestro funcionamiento mental. Perdemos entonces el control del flujo de nuestros pensamientos y nos tornamos incapaces de actuar en función de nuestro mejor interés a largo plazo. 

Eso es lo que nos sucede cuando nos sentimos “irritables” tras una contrariedad, en el transcurso de una depresión, o como consecuencia de un traumatismo emocional más grave. 


Eso es también lo que explica el “temperamento demasiado sensible” de aquellas personas que ha padecido abusos físicos, sexuales, o incluso simplemente emocionales.

En la práctica médica, se pueden hallar dos ejemplos corrientes de este cortocircuito emocional. 

El primero es el que se denomina <<estado de estrés postraumático>> (EEPT): a consecuencia de un traumatismo grave –por ejemplo, una violación o un terremoto-, el cerebro emocional se comporta como un centinela leal y consciente de que se hubiera dejado sorprender. Desencadena la alarma con mayor frecuencia, como si fuese incapaz de asegurar la ausencia de todo peligro.

El segundo ejemplo corriente es el de los ataques de ansiedad, que en psiquiatría también se llaman ataques de pánico. 

El cerebro límbico toma repentinamente el control de todas las funciones del cuerpo: el corazón late a toda velocidad, el estómago se anuda, manos y piernas tiemblan, el sudor perla todo el cuerpo.

Al mismo tiempo, las funciones cognitivas son aniquiladas por la subida de adrenalina. El cerebro cognitivo no percibirá razón alguna para un estado de alarma tal, pues permanecerá “desconectado” por la adrenalina, siendo incapaz de organizar una respuesta coherente frente a la situación.

Las personas que han padecido ataques de este tipo lo describen muy bien: “Mi cerebro estaba como vacío; no podía pensar. Las únicas palabras de las que era consciente eran: “Estás a punto de morir; llama a una ambulancia. ¡Deprisa!”.

Por el contrario, el cerebro cognitivo controla la atención consciente, la capacidad de atemperar las reacciones emocionales antes de que se tornen desproporcionadas. Esta regulación de las emociones por parte del cognitivo nos libera de lo que podría ser una tiranía de las emociones y una vida totalmente dirigida por instintos y reflejos.

Pero la cuchilla del control cognitivo de las emociones tienen dos filos: si se utiliza demasiado puede acabar perdiéndose el contacto con las llamadas de socorro del cerebro emocional. 



Pueden apreciarse los efectos de esta supresión excesiva en las personas que han aprendido, de niños, que sus emociones no eran aceptables, siendo el cliché por excelencia en la materia la exhortación tantas veces escuchada entre hombres: <<Los chicos no lloran>>.

Un control exagerando de las emociones también puede dar paso a un temperamento no suficientemente sensible.

Un cerebro que no deja que la información emocional desempeñe su papel se enfrenta a otros problemas. Por una parte resulta mucho más difícil tomar decisiones porque no se siente preferencia alguna “en el fuero interno”, es decir, en el corazón y el vientre, las partes del cuerpo que ofrecen un eco “visceral” a las emociones. 

Por esta razón se ve a los intelectuales un poco demasiado “dotados”- a menudo hombres- perderse en consideraciones infinitas de detalles cuando se trata de elegir entre dos coches, por ejemplo, o incluso entre dos cámaras fotográficas.

La separación entre el cerebro cognitivo y el cerebro emocional comporta una capacidad extraordinaria para no percibir las pequeñas señales de alarma de nuestro sistema límbico.

Siempre encontramos buenas razones para encerrarnos en un matrimonio o en una profesión que en realidad nos hacen sufrir, violentando a diario nuestros valores más profundos. Pero eso no se arregla haciendo oídos sordos a una desazón subyacente. 

Como el cuerpo es el principal campo de acción del cerebro emocional, este callejón sin salido se traduce en problemas físicos. Los síntomas son las clásicas enfermedades del estrés: la fatiga inexplicable, la hipertensión arterial, los catarros y otras infecciones repetitivas, las enfermedades cardíacas, los trastornos intestinales y los problemas de la piel. 

Investigadores de Berkeley han llegado incluso a sugerir hace poco que lo que más pesa sobre nuestro corazón y arterias es la supresión de las emociones negativas por parte del cerebro cognitivo, y no las emociones negativas en sí mismas.

Para vivir en armonía en la sociedad humana hay que alcanzar y mantener un equilibrio entre nuestras reacciones emocionales inmediatas –instintivas- y las respuestas racionales que preservan los vínculos sociales a largo plazo.



La inteligencia emocional se expresa al máximo cuando los dos sistemas del cerebro –el cortical y el límbico- cooperan en todo momento.

En este estado, los pensamientos, decisiones y gestos, se ajustan y fluyen de manera natural, sin que prestemos una atención particular.

En este estado, sabemos qué elección tomar en cada instante, y vamos en pos de nuestros objetivos sin esfuerzo con una concentración natural, porque nuestras acciones están en línea con nuestros valores.

Este estado de bienestar es a lo que aspiramos continuamente: 

la manifestación de la armonía perfecta entre el cerebro emocional, que proporciona la energía y la dirección, y el cerebro cognitivo, que organiza su ejecución.
David Servan