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domingo, 6 de septiembre de 2020

Cara a cara con el miedo

Dejar de lidiar con lo que nos duele es de listos, no de cobardes - La  Mente es Maravillosa

A través de la aceptación, la comprensión y la amplitud podemos descubrir y sanar las heridas más profundas de nuestra alma. 

A veces nos preguntamos qué es lo que nos provoca tanta ansiedad, porqué nos quejamos cuando no conseguimos el amor que deseamos y necesitamos, qué es lo que sucede dentro de nosotros cuando sufrimos una pérdida importante, cuando un amor nos deja o uno de nuestros padres muere? 

Escondido detrás de nuestras protecciones, negaciones y un estilo de vida adictivo, llevamos un niño interior profundamente atemorizado y herido. 

La mayoría de personas viven en la codependencia sin ser capaz de crear o mantener relaciones íntimas debido a nuestro niño interior atemorizado. 

Nuestra vida, no podrá ser una experiencia de amor y felicidad hasta que no nos hagamos amigos de nuestro niño interior. 

Cuando nos abrimos a nuestra vulnerabilidad herida y empezamos a sanarla, traemos el amor y la realización a nuestras vidas. 

Gran parte del crecimiento interior proviene del trabajo con los miedos: el miedo a afirmar nuestra creatividad, miedo a la pérdida, miedo al castigo, a la crítica y al juicio, miedo al rechazo y a la soledad, miedo a la supervivencia, a que te desenmascaren, al fracaso, al éxito, a la intimidad, a la confrontación, a la ira, a perder el control…. 

El miedo es el asunto mas esencial para trabajar en nuestra vida: cuando se le niega e ignora se le relega al fondo de la mente, desde donde ejerce un efecto poderoso y muchas veces paralizante en nuestras vidas.

Intentamos cubrirlo con toda clase de compensaciones y adicciones, mientras se mantenga como una fuerza escondida puede causarnos ansiedad crónica, sabotear nuestra creatividad, puede volvernos rígidos, suspicaces u obsesionados con la seguridad, puede anular nuestro esfuerzo por encontrar el amor…. pero si podemos amigarnos con él, sacarlo a la luz, investigarlo con intensidad y compasión, puede transformarnos, abriéndonos a una profunda vulnerabilidad y auto aceptación. 

El miedo afecta y muchas veces domina, todos los aspectos de nuestra vida, nuestra manera de hablar, de trabajar, de comer, de relacionarnos, de crear e incluso respirar. Es algo que se encuentra de forma permanente y que intentamos ignorar, superar e incluso alejar. 

Sanar las heridas de amor y superar el duelo - Elmasacre.com | Tu diario  digital


El viaje de regreso al espacio interior que hemos perdido, se puede resumir en el siguiente mapa: 

Imagínate que estas de pie en el centro de un gran circulo dividido en tres anillos: un anillo exterior, uno medio y otro interior. Estos círculos radian desde ti hacia fuera.

 Al anillo exterior le llamaremos capa de protección: este es el hogar del adulto compensado. 

El segundo anillo es la capa de sentimientos y la vulnerabilidad, el hogar del niño vulnerable

Y el centro es el núcleo del ser esencial y el hogar del testigo. Ahí nos encontramos con nuestra energía fluida y espontánea, y podemos mirar todo lo que sucede dentro y fuera de nosotros con amplitud y objetividad. Es su forma más elevada, un estado de armonía con nosotros mismos y con la vida, es el centro de unidad con la existencia, del que hablan los místicos. 

El viaje de sanación es llegar a ese núcleo interior. 

La mayor parte del tiempo estamos en la capa exterior, la de protección es un estado de control donde estamos protegidos (hasta cierto punto) de nuestros miedos y muy raramente nos damos cuenta que estamos allí, se nos ha hecho familiar y vivimos allí de manera inconsciente, no porque lo elijamos. A menos que realicemos un trabajo interior, podemos pasarnos allí la vida entera. La mayor parte de la gente lo hace. 

Vivir en la capa de protección es algo seguro, conocido y sin peligro, pero a la vez vacío y de una forma u otra la vida comienza a indicarnos que algo va mal, cuando nos aventuramos a entrar en la capa de la vulnerabilidad y los sentimientos, nos llegan recuerdos de tiempos pasados y sentimientos de traición (cuando no se respetó nuestra vulnerabilidad), por estos recuerdos, nos asusta ir allí por lo que una parte de nosotros intenta evitar sentir ese dolor y ansiedad, manteniéndonos en lo seguro y conocido. 

Otra parte de nosotros sabe que para completar nuestro viaje de vuelta al núcleo, no nos queda otra alternativa que investigar la capa del medio. 

Una energía desconocida y misteriosa nos empuja hacia el centro, respondiendo a una llamada que proviene de nuestro ser superior, y esa parte tiene el valor para enfrentar el dolor y el miedo intrínsecos en el hecho de reclamar nuestra vulnerabilidad. 

Nos movemos constantemente entre esas dos fuerzas opuestas: una nos mantiene inconscientes pero seguros, la otra nos inclina hacia lo desconocido y hacia una verdad mas profunda. 

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La capa de protección 

Esta capa protege nuestra vulnerabilidad, es como un escudo que creamos para bloquear las energías dolorosas y evitar que nos hagan daño, y es la forma en que hemos sido capaces de mantener cierto control sobre esas energías que nos asechan. 

Esta capa de protección intenta evitar que sintamos miedo y dolor. Lo conseguimos desviando la energía a cualquier otra parte: a través de la acción, la distracción, el pensamiento, el drama, el sexo, la comida, etc. 

Una de las formas más comunes de proteger nuestra vulnerabilidad es adoptando un rol, una imagen propia. Desempeñamos papeles para escondernos: poderoso, victima, sexy, inteligente, espiritual, encantador, divertido, atlético…. Y esto refuerza nuestro ego. Para nuestra mente es impensable imaginar una relación sin una imagen propia de la que poder depender, sin ella, nos volvemos vulnerables, perdemos el cobijo para nuestros miedos y estos quedan al descubierto. 

La capa de protección tiene aspectos positivos y negativos. El ataque a nuestra vulnerabilidad durante la niñez fue tan fuerte y prematuro que sin esta forma de protección tal vez no hubiéramos sobrevivido en estado de cordura. Pero nos hemos identificado y apegado tanto a nuestra protección que, inconscientemente se ha convertido en nuestra forma de vida, no podemos entrar y salir voluntariamente, estas protecciones las hemos formado a edades tempranas y de forma tan inconsciente que se han convertido en una costumbre, que nos aísla y desnutre.
El escudo protector además, también mantiene nuestra energía encerrada adentro, desconectándonos de nuestros sentimientos y del libre flujo de las energías vitales y creativas. 

Los conflictos que tenemos con las otras personas, se producen casi siempre cuando dos capas de protección chocan entre sí, a menudo nos rechazan porque nos acercamos a la otra persona desde el estado de protección en vez de hacerlo desde el de vulnerabilidad. 
Pensamos que estamos abiertos y dispuestos, en realidad estamos en nuestra protección, esperando que la otra persona se abra antes que nosotros y luego nos enfadamos cuando no obtenemos lo que queremos. 

Mientras queramos influir en la otra persona de manera de cambiarla estamos en la zona de protección y esto incluye tener expectativas, querer herir a la otra persona, intentar controlarla, manipularla, culparla, decir algo sarcástico, cortarla o juzgarla. Esta energía es atacar y proviene de nuestra capa de protección. 

No es fácil darnos cuenta de esto, pues tendemos estar a la defensiva al respecto. No se trata de enjuiciar la capa de protección sino de hacerla consciente para poder aceptarla, y para darnos cuenta cómo y por qué se ha formado. Se trata de tener una conciencia compasiva de ella y la única forma en que puede disolverse por si misma, es a través de una comprensión profunda. 


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La capa de vulnerabilidad 

La capa del medio es la de la vulnerabilidad, el hogar de nuestro niño herido y asustado. En estado puro, nuestra energía consiste simplemente en energía libre que fluye y en sentimientos: el estado del niño no reprimido y espontáneo respondiendo a su mundo. En él hay alegría, sexo, ira, tristeza, creatividad, silencio, etc. yendo y viniendo según los cambios de los acontecimientos y las circunstancias. 

Si nos hubieran apoyado y animado a descubrir y expresar estas energías naturales y todas las fuerzas recibidas hubieran sido amor, atención y comprensión, es posible que nos hubiéramos mantenido en ese estado puro y confiado. Cuando la vulnerabilidad esta mezclada con la confianza, puede ser experimentada como algo suave y receptivo, expansivo y maravilloso. Pero sin confianza, la vulnerabilidad produce miedo. 

Ahora sentimos la vulnerabilidad con miedo, porque nuestra confianza fue muy dañada. Por la educación y la religión han intentado recluir al hombre en la conformidad, reprimiendo nuestra locura, nuestra sexualidad y nuestra autenticidad. 
Han utilizado el recurso del miedo y la culpa para reprimir esas energías vitales y se nos infundió ese miedo con la amenaza de retirarnos la nutrición, el amor o la salvación

Nuestros padres, profesores y figuras religiosas fueron también víctimas impotentes, inconscientes de la misma represión, y a menos que nos comportáramos y nos convirtiéramos en lo que ellos querían, corríamos el riesgo de no obtener el amor y aprobación tan necesarios en la niñez. 

Ellos hacían lo mejor que sabían y actuaban desde el amor y la preocupación por nuestro bienestar, imponiéndonos valores represivos de la sociedad y la cultura. 

Así como niños inocentes y receptivos, renunciamos a nuestra viveza y locura espontanea a cambio de amor y aprobación, cubriendo nuestra vulnerabilidad por una capa de vergüenza y profundos sentimientos de traición, dolor, ira y desesperación: el dolor y la ira por ser abusados, descuidados, no aceptados, no apreciados y malentendidos, por ser presionados para cumplir y conformarnos reprimiendo nuestra sexualidad y nuestra vitalidad. Todo ese odio y dolor lo guardamos en esta capa media. 

La mayoría de nosotros recibimos el mensaje que no estaba bien como éramos, a veces en formas extremas de abuso sexual, físico o emocional al no ser queridos o ser descuidados, también en la forma de no ser vistos o comprendidos, o al exigirnos que fuéramos o nos comportáramos de una manera que no era autentica para nuestro ser. 
Este mensaje que vino de los que nos rodearon en la infancia, ahora lo llevamos internalizado, lo llevamos dentro, este mensaje nos invalidó y nos hizo perder contacto con nuestra energía, sentimientos y nuestra autentica individualidad, así crecimos creyendo que había algo mal en nosotros, se trata de una profunda herida de indignidad. 

También llevamos otra herida muy relacionada con esta: la herida de la privación, el dolor por haber sido dejado, abandonado, privado y separado de esta fuente. 
La mayoría de nosotros ya no estamos conectados con este dolor, pero sale a la superficie cuando nos permitimos acercarnos a otra persona.. 

Para algunas personas la causa del dolor es obvia, quizá uno de los padres no estuvo presente físicamente, o nos abandono,,, pero para otras persona, no es tan claro: quizá el dolor de la separación de otro cuerpo al nacer, todo lo que hayamos recibido como niños en forma de rechazo y abuso, va agravar el dolor original por la separación que experimentamos al nacer. 

Todos en un grado u otro traemos estas dos heridas (un ataque a la integridad, inocencia y vulnerabilidad), que para poder sobrevivir a edades tan tempranas tuvimos que taparlas, pues el dolor era demasiado profundo, así construimos una capa de protección y nos “trasladamos” a esa capa exterior. 

Ojalá al escribir te quiero en tus brazos se borrasen tus cicatrices - La  Mente es Maravillosa

Experimentar el miedo y el dolor que llevamos en nuestro niño interior, puede permitirnos salir del control para entrar en el corazón, abriendo un espacio de compasión y entrega. Esto nos prepara el camino para entrar en el núcleo, suaviza nuestras aristas y nuestra energía. Cuando podemos sobreponernos al miedo de entregarnos y enfrentar el dolor de nuestro niño herido, podemos entrar más profundamente en nuestro interior. 

Experimentar el miedo y el dolor de nuestro niño herido, abre un amplio espacio interior en el que hay una comprensión y una aceptación de que el miedo y el dolor son simplemente parte de la vida. 

Cuando en lugar de luchar aprendemos a aceptar el miedo, el dolor, la incomodidad, la decepción e incluso la tragedia, también abrimos una puerta a nuestro núcleo interior de meditación. 

Al explorar la capa media, nos conectamos con un profundo anhelo espiritual que no puede ser reemplazado por otro, y ese anhelo profundo de nuestra alma, se sana a través de la meditación, reconectando con la unidad de la existencia. 

Ese espacio interno, núcleo, es un espacio de naturalidad, silencio interior, aceptación de la vida, compasión donde existe la sensación de entrega, confianza y no-hacer, sensación atemporal, donde la mente parlanchina se detiene. 

Te desidentificas de una personalidad particular, de preocupación, planificación, inseguridad, dudas y vives cada momento apreciándolo íntegramente. De niños estamos en ese estado, donde la vida fluye y progresa de manera perfecta, sin que tengan que hacer nada…, en este espacio inconsciente, sin identidad, nombre o dirección, simplemente siendo. Un estado de inocencia prístina y de confianza. Al ir saliendo de la infancia, perdemos nuestra conexión con este estado y nos identificamos con la personalidad. 

Nuestro viaje de regreso hacia el núcleo es nuestro viaje de retorno a ese estado no con la inconsciencia de un niño, sino con el conocimiento consciente de un adulto maduro y con experiencia. 


Nuestro viaje nos va llevando desde la capa de protección, pasando a la vulnerabilidad y poder conectar con el núcleo, con la meditación. 

Podemos cultivar el núcleo de meditación practicándola diariamente, dándole espacios al cuidado de esa semilla, creando espacios de introspección, en los que no estamos ocupados en nada y podemos observar. Esto va dando amplitud interior, podemos ir llevando este estado hacia la vida cotidiana.. 

Nuestro mediador es el protagonista de la historia, siempre ha estado allí.


Se sana en una atmosfera de amor, aceptación y compromiso para reabrir y trabajar las heridas y asi los sentimientos regresan gradualmente. Al curar nuestra vulnerabilidad podemos permitirnos sentir el miedo y el dolor sin escapar de ellos, y en ese proceso la calma y el centro vuelven a nuestro ser. 

Gran parte de nuestro viaje consiste en llegar a un punto donde podemos saber lo que estamos sintiendo en cada instante y aprender a expresar esos sentimientos en el momento adecuado. Este viaje es un proceso para salir de un estado de protección inconsciente y establecer contacto con nuestros sentimientos e integridad. Es la curación de nuestro poder y vulnerabilidad heridos. 

El viaje nos lleva a través de nuestra capa de sentimientos, reconectándonos con nuestra vulnerabilidad, nuestra confianza y nuestra inocencia. El viaje de regreso a casa incluye un peregrinaje a través de los miedos y el dolor del niño interior. 

Lo más importante en este viaje es aprender a intimar con nosotros mismos, comprendiendo que cada estado, cada reacción tiene una razón. Se trata de validad todo lo que aparezca, en un espacio de aceptación, sin juicios, permitiendo que los sentimientos enterrados afloren a la superficie de manera natural para poder sanar. 

Cada uno tiene su propio proceso individual de curación, que implica dejar al descubierto el material reprimido en nuestro inconsciente, para redescubrir nuestra perdida vitalidad. 

Ponernos en contacto con nuestro perdido amor por nosotros mismos y nuestro anhelo de dios o la unidad, de reconectar con el todo una vez mas. Permitir que el proceso se desarrolle en su propia manera especial.

(Dr. Thomas Trobe- psiquiatra y conferenciante)




Te acompaño en el proceso


Juana Ma. Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Especialista en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología 



www.centroelim.org                   Telf. 653-936-074



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