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domingo, 21 de febrero de 2016

Neurociencias: el ADN de la mente - Alejandra del Fabro


Resulta que nuestros cerebros están conectados como si nuestras mentes estuviesen al alcance de la señal de un wifi neuronal: todos nos enlazamos a un router. 
Si una persona bosteza, ¿te hace bostezar? En Jardín de Infantes en la etapa de adaptación, si un niño comienza a llorar, ¿lloran todos? Cuando te encontrás en la calle con una persona que lleva un bebé en el carrito, le acercás tu cara al bebé y le sonreís, ¿te devuelve la sonrisa? ¿Te tentaste de risa y tentaste a otra persona? ¿Fuiste al teatro y sentiste que te pasaba lo mismo (alegría o tristeza) que al actor? 
Esta es la respuesta al porqué las emociones, ciertos movimientos e, incluso, las intenciones son contagiosas. 

Vivimos en un mundo vertiginoso, cambiante, desafiante, competitivo e incierto. Es más, nuestro hogar,  el planeta Tierra, está en serios riesgos. Sentimos que la humanidad está cada vez más “encerrada” en sus propios problemas personales y difícilmente tenga la oportunidad de mirar a los costados: adolecemos de empatía.  

La empatía es la base de la Inteligencia Emocional; esta característica no significa ser emotivo, sino todo lo contrario, es ser hábil en el contexto emocional y social.
A partir de los descubrimientos neurocientíficos que nos dicen que las emociones son contagiosas y que ellas fluyen desde la persona más poderosa, los líderes están en la mira: tu estado emocional es contagioso, ya sea de forma  positiva como negativa. 

En este artículo mencionamos como líderes positivos no sólo a las personas conocidas y de fama mundial. Creemos que cada uno de nosotros es (o puede llegar a ser) un líder en su familia, en su grupo de amigos, en su ámbito laboral, empresarial, político, etc. 


La Neurosicoeducación nos educa y da a conocer descubrimientos neurocientíficos que nos ayudan a entendernos más como seres humanos. Además, nos provee de herramientas para mejorar en este sentido. Por esta razón, resulta que las neurociencias nos traen ¡buenas noticias! 
A fines del siglo XIX Anton Chejov, médico, escritor y dramaturgo ruso, dijo desafiante, pero lleno de esperanza: "El hombre llegará a ser mejor si le muestras cómo es."  
Algunos de los científicos más eminentes del mundo están de acuerdo con aquellas palabras pronunciadas hace dos siglos y cuando se les pregunta ¿Qué los hace sentirse tan optimistas? y ¿Por qué? Responden en base a los últimos estudios realizados. El destacado neurocientífico Marco Iacoboni, por mencionar un caso, citó el trabajo experimental que se realizó sobre los mecanismos neuronales y mostró cómo los humanos estamos "cableados para la empatía". Se trata del descubrimiento, relativamente reciente, del sistema de neuronas espejo (SNE). 

El sistema neuronas espejo fue descubierto e investigado por el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti quien en 1996 dio a conocer que las neuronas espejo son las responsables de la empatía humana. Rizzolatti señaló que este sistema cableado es lo que nos permite "captar las mentes de los demás no a través de un razonamiento conceptual sino a través de una estimulación directa de los sentimientos, no con el pensamiento". Las neuronas espejo son la base de la empatía y, por lo tanto, de nuestro comportamiento social. En los humanos este sistema se desarrolla junto con el sistema motor, por lo que son observables a muy temprana edad.  

Durante varios años, los psicólogos estuvieron al tanto de este factor de contagio. Uno de los experimentos que lo demostraba era que dos desconocidos entraban en un laboratorio y debían marcar en una lista los estados de ánimo que experimentaban en ese momento. Luego permanecían en silencio, mirándose, durante unos minutos. A continuación volvían a marcar los elementos de la misma línea. De las dos personas, la más expresiva emocionalmente habría transmitido sus emociones al otro durante los dos minutos en silencio. Sin embargo, el proceso en sí era un enigma y los psicólogos se preguntaban sobre el origen del contagio.  

Como este fue una incógnita durante tantos años, no es sorprendente que algunos científicos piensen que el descubrimiento de las neuronas espejo es el hallazgo neurológico más importante desde hace décadas. Inclusive, “se podría comparar con lo que significó el descubrimiento del ADN para la biología” según  aseguró el neurólogo Vilayanur Ramachandran en 2006.      


Con la divulgación del Sistema de Neuronas Espejo supimos que influimos de forma constante en el estado cerebral de los demás. Según el modelo de Inteligencia Emocional de Daniel Goleman, en la gestión de las relaciones somos responsables de cómo determinamos los sentimientos de las personas con las que interactuamos, para bien o para mal.
 
A partir de ahí surge un interrogante: ¿Quién envía las emociones que pasan entre las personas y quién las recibe? Una respuesta, para grupos de iguales, es que el emisor suele ser el individuo más expresivo emocionalmente. Sin embargo, cuando existen diferencias de poder (en la familia, en el aula, en el trabajo, en cualquier tipo de organización) el emisor emocional es el individuo más poderoso (el líder): él o ella marcarán el estado emocional del resto. 

En cualquier grupo de seres humanos se presta el máximo de atención (y se le confiere el máximo de importancia) a lo que diga o haga la persona con más poder. Hay muchos que señalan, por ejemplo, que si el líder de un equipo deportivo está de buen humor los demás lo reflejan y el optimismo colectivo mejora el rendimiento del conjunto. Todo lo contrario ocurre cuando el líder se muestra pesimista. 

El contagio emocional se produce siempre que las personas interactúan en pares, en grupos o en una organización.  La influencia anímica de una persona a otra surge automática, instantánea e inconscientemente y escapa a nuestro control. No obstante, nuestra mente tiene la capacidad de autocontemplación, autodomio y autoconocimiento. Estas últimas tres capacidades, pertenecientes al ámbito de la neurobiología interpersonal,  cobraron forma a medida que la ciencia ha ido descubriendo el cerebro social. 

El cerebro social cuenta con una infinidad de circuitos, todos ellos concebidos para adaptarse a la mente de otra persona e interactuar con ella. Como se dijo anteriormente, cada uno de nosotros somos (o podemos ser) líderes en nuestro ámbito. Como líder, ¿qué te gustaría contagiar para ayudar a que quienes te rodean sean personas más felices, plenas y contentas consigo mismas? 


Prof. Nse. Alejandra del Fabro


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