Algo de lo más profundo de nosotros puede
abrirse paso y brillar a través de las experiencias de dolor. El dolor puede
ser nuestro aliado, nuestro guía y maestro y, cuando es experimentado de manera
consciente es, paradójicamente, el portal que da a la liberación del
sufrimiento.
El dolor que es
vivido conscientemente nos conduce a un lugar que sentimos como «de vuelta a
casa». La mayor parte de la humanidad vive en un estado de sufrimiento
inconsciente, y la mayor parte de este
dolor es artificial. Sabios y maestros espirituales de todos los tiempos han
identificado ese estado como «ensueño», «fantasía» o «imaginación». En el
hinduismo, por ejemplo, se dio el nombre de «maya» a esa «obra de teatro»
creada por la divinidad que es el mundo, sólo una etapa del juego divino.
Pero más allá del
nombre que le demos, es un estado del ser desde donde hacemos lo imposible para
ser diferentes de lo que somos en realidad. Así vivimos nuestras vidas,
profundamente identificados con lo que no es verdad, como presas de un trance
hipnótico o un conjuro. Y lo mas interesante es que es posible que
permanezcamos en ese estado hasta el final de nuestra vida. De hecho la mayoría
de la humanidad así lo hace.
La transformación de
las contracciones energéticas que llamamos «dolor» requiere atención y
presencia. Cuando prestamos atención a aquello que sentimos incómodo o
doloroso, podemos volvernos más
conscientes de las sensaciones y los sentimientos, así como de los patrones de
pensamiento y las creencias que lo alimentan. Entonces podremos empezar a
desmadejarlo.
Este proceso es
extraordinariamente simple, aunque al principio puede resultarnos dificultoso,
en parte por falta de ejercitación y, sobre todo, por toda una vida de
entrenamiento en juzgar, resistir y luchar con lo incomodo o doloroso.
La creación del cuerpo del dolor pudo habernos llevado
toda la vida, pero la transformación de esas contracciones puede producirse en
un solo instante. Para mi la liberación del cuerpo de luz se comporta como un
incendio forestal irrefrenable, y el estado de presencia es como un viento que
esparce y alimenta ese incendio. Cuanto más presentes estamos, más poder cobra
el fuego transformador. A su paso, se consumen extensas áreas de mentira y de
miedo, de vergüenza y auto-condena, para dar lugar a lo que ha estado allí
desde siempre, esperando ser experimentado y reconocido, y a lo que llamamos
nuestro ser verdadero.
El breve intervalo
que media entre el nacimiento y la muerte –apenas, la vida– puede ser
transitado casi por completo en el estado de ensueño y fantasía que crea la
mente. Lo cierto es que un mundo maravilloso cambia a cada instante a nuestro
alrededor, aun cuando estemos distraídos repasando el pasado o tratando de
predecir el futuro.
Sin embargo, como la
nave a la deriva se beneficia de la luz del faro, podemos experimentar en
nuestro cuerpo sensaciones muy intensas que nos sacuden temporalmente del sueño
en el que estamos sumergidos y nos llevan al encuentro del poderoso “ahora”.
Cuando experimentamos
dolor físico o emocional y dirigimos nuestra atención hacia la zona de nuestro
cuerpo que se activa, nos «traemos» a nosotros mismos al momento presente. Es
así como el dolor nos devuelve a la vida, que ocurre, siempre, ahora, en este
preciso instante.
Ejercicio
Tómate un momento
para apreciar la diferencia entre el estado de ensueño y el estar aquí y ahora.
Respira profundo. Siente tu cuerpo… ¿Cómo lo sientes? ¿Qué sensaciones
experimentas y dónde? ¿En qué lugar de tu cuerpo hay relajación y en qué lugar,
tensión? (Si experimentas calma, siente si es calma real o si es
adormecimiento.) Siente tu respiración.
-Ahora, mientras
parte de tu atención está puesta en las sensaciones de tu cuerpo –el espacio
interno– pasa a reconocer poco a poco el espacio exterior.
-¿Qué está pasando
exactamente ahora dentro de tu cuerpo y fuera de él?
Captura estas
percepciones, mira por un momento y siente. Respira.
-Éste es el comienzo
del estado de presencia.
Consultas
Presenciales y por Skype.
Juana Ma. Martínez
Camacho
Terapeuta Transpersonal
Especialista en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional de CMR (Liberación
de la Memoria Celular)
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