Nuestra mente y nuestro cuerpo,
constantemente están comunicándose, esta interacción la estudia la Psiconeuroendocrinoinmunologia
(PNEI), esta estudia la interacción entre los procesos de adaptación de
conducta, neuronales, neuroendocrinos y los inmunológicos. Su premisa principal
es que la homeostasis (equilibrio) es un proceso integrado que involucra las
interacciones entre los sistemas nervioso, endócrino e inmune.
Toda esta extraordinaria maquinaria
neuro- inmuno- endocrinológica, está permanentemente a nuestras órdenes y cada
uno de nosotros de manera consciente o no, la estamos movilizando a cada
segundo.
Es el cerebro el que coordina y envía
sus órdenes a través del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y pone en marcha
la secreción de una serie de hormonas que alcanzan los linfocitos que, en
última instancia son los que transmiten las órdenes. Y también a través del
sistema nervioso autónomo, simpático y parasimpático, al que el sistema
inmunitario presta especial atención y escucha en cada momento.
De manera que podemos darnos cuenta de
cómo nuestros pensamientos, actitudes y creencias, crean las condiciones de
nuestro cuerpo a través de los sistemas de control homeostático de nuestro
organismo: sistema nervioso, endocrino e inmunitario.
El estado emocional, filtra y modula la
percepción para que los estímulos ambientales, los factores psicosociales, los
estresores que vivimos, y en general todo aquello que nos importa, produzca
determinado tipo de impacto sobre el cerebro.
El cerebro, utiliza por un lado el eje
hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y por el otro el sistema nervioso vegetativo
para comunicarse con el sistema inmunitario. Los intermediarios son las
moléculas de información que corresponden a cada uno de estos tres sistemas, o
sea, las hormonas del sistema endocrino, los neurotransmisores del sistema
nervioso y las linfosinas del sistema inmunitario.
En el sentido inverso, este proceso
también funciona: el sistema inmunitario recoge información periférica de
estresores infecciosos o inflamatorios radicados en cualquier órgano o tejido
del cuerpo, y a través de la secreción de linfosinas, informa lo que ocurre al
cerebro, el cual con la información adecuada,
pone en marcha las correspondientes estrategias de comportamiento.
Es decir que, los efectos del
comportamiento, están mediados por las linfocinas del sistema inmunitario ya
sea el estresor infeccioso-inflamatorio (en
el sentido sistema inmunitario-sistema nervioso), o bien ambiental
psicológico (en el sentido sistema
nervioso-sistema inmunitario), pero en ambos casos, el sistema de respuesta
es común.
El sistema nervioso modula el sistema
inmunitario y viceversa, el sistema inmunitario
informa al sistema nervioso.
Los tres sistemas forman un triángulo
de información en donde el sistema nervioso impone su melódico ritmo, el del
día y la noche, el de luz y oscuridad,
el de bienestar y malestar, el de placer y dolor, el de los periodos de
sueño y el ritmo circadiano. Y esa
conversación no cesa nunca, ni siquiera cuando dormimos y mucho menos cuando
quedamos sin energía; justo en estos casos es cuando nuestro sistema
inmunitario se apodera de ella totalmente, justo cuando más la necesita para
desempeñar su trabajo en estos momentos de depresión o enfermedad.
El sistema inmunitario, no solo escucha, sino
que reacciona al diálogo emocional. Es nuestro cuidador, siempre que se le
permita disponer de la información adecuada. El sistema inmune es nuestro sexto
sentido, el que informa a nuestro organismo de lo que no se puede ver, ni
tocar, ni oir, ni degustar, ni oler; pero si es capaz de traducir información
ambiental al cerebro que no es captada por otros sentidos, estímulos no
cognitivos o premonición de enfermedad, por ejemplo.
Los sistemas nervioso, endocrino e
inmunitario, encarnan en nuestro organismo literalmente, el proceso de la
consciencia que queda impreso en nuestros tejidos a partir de nuestras
vivencias, así entendemos como una persona puede enfermar a causa del
sufrimiento y también como la comprensión psicológica del mensaje que trae cada
enfermedad grave, ilumina el área del cerebro que enviara sus órdenes al
sistema inmune para que ponga fin al conflicto.
Las expresiones afecto-cognitivas,
influyen en el sistema de defensas. Sabemos que al disminuir la ansiedad,
aumenta de manera específica los linfocitos CD4, que confesar secretos de
culpabilidad produce un aumento
del número de linfocitos o que las hormonas del estrés disminuyen las células
NK (“asesinas naturales”) circulantes.
Toda memoria es biocognitiva y la mente
se encuentra en todo el cuerpo. El hecho de que el sistema inmune tenga la
capacidad de aprender parámetros afectivos y cognitivos, explica porque el
recuerdo reproduce respuestas fisiológicas.
El sistema inmunitario se pasa el
tiempo escuchando nuestros monólogos y su respuesta está condicionada por los
pensamientos.
Las células que defienden el
organismo tienen receptores de las sustancias que el cerebro produce con cada
pensamiento.
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