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domingo, 20 de diciembre de 2015

Los sentimientos memorizados nos obligan a recrear el pasado


 Por definición, las emociones son producto de nuestras experiencias del pasado en la vida.
Cuando estás experimentando algo, el cerebro recibe una información vital del mundo exterior a través de cinco vías sensoriales (vista, olfato, oído, sabor y tacto). Cuando esta información sensorial acumulada llega al cerebro y es procesada, se crean redes neurales con una estructura en particular que reflejan el evento del exterior. En cuanto estas células nerviosas se conectan, el cerebro libera unas sustancias químicas.
Estas sustancias químicas las denominamos una «emoción» o un sentimiento.
Cuando estas emociones te inundan el cuerpo de sustancias químicas, detectas un cambio en tu estado interior (estás pensando y sintiendo de distinta manera que momentos antes). Cuando adviertes este cambio en tu estado interior, te fijas en quién o qué lo ha causado del mundo exterior. Cuando te identificas con aquello del mundo exterior que ha causado el cambio interior, esto se denomina recuerdo.
Neurológica y químicamente registras esta información del exterior en el cerebro y en el cuerpo. De este modo te acuerdas de la experiencia mejor, porque recuerdas cómo te sentiste cuando sucedió, los sentimientos y las emociones son un registro químico de las experiencias pasadas.

Por ejemplo, estás esperando a tu jefe para presentarle el informe de tu rendimiento en la empresa. Cuando llega ves que tiene la cara colorada y que está incluso irritado. Mientras te habla gritando, adviertes que el aliento le huele a ajo. Te acusa de haber cuestionado su autoridad delante de otros empleados y te espeta que no te ascenderá. En este momento te pones nervioso, te tiemblan las rodillas y te sientes mareado. El corazón te martillea en el pecho. Te sientes asustado, traicionado y furioso. Todo este cúmulo de información sensorial —todo cuanto estás oliendo, viendo, sintiendo y oyendo— cambia tu estado interior.
Asocias esta experiencia exterior con el cambio de cómo te estás sintiendo en tu interior y esto te marca emocionalmente.

Al regresar a casa, vuelves a recordar la experiencia. Cada vez que lo haces, te acuerdas de la mirada acusadora e intimidante de tu jefe, de sus gritos, de lo que te dijo e incluso del olor que despedía. Vuelves a sentirte asustado y enojado, produces la misma química en el cerebro y el cuerpo como si estuvieras aún presentándole el informe. Como tu cuerpo cree estar viviendo la misma experiencia una y otra vez, lo condicionas a vivir en el pasado.

Analicemos esta situación un poco más. Considera tu cuerpo como la mente inconsciente o como un sirviente objetivo que sigue las órdenes de tu conciencia. Es tan objetivo que no distingue las emociones provocadas por las experiencias del mundo exterior de las generadas por tus pensamientos en tu mundo interior. Para el cuerpo son lo mismo.
¿Qué ocurre si este ciclo mental y emocional de pensar y sentir de haber sido traicionado sigue dándose durante años? Si sigues aferrándote a esta experiencia con tu jefe o reviviendo esos sentimientos día tras día, le estás enviando continuamente unas señales a tu cuerpo por medio de las sustancias químicas de unos sentimientos que relaciona con el pasado. Como esta continuidad química le hace creer al cuerpo que sigue experimentando el pasado, continúa reviviendo la misma experiencia emocional.


 Cuando tus pensamientos y sentimientos memorizados obligan constantemente al cuerpo a «vivir» en el pasado, se puede decir que el cuerpo se convierte en el recuerdo del pasado.
Si estos sentimientos memorizados de traición han estado dirigiendo tus pensamientos durante años, tu cuerpo ha estado viviendo en el pasado las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, cincuenta y dos semanas al año. Hasta que con el paso del tiempo tu cuerpo se queda anclado en el pasado.

Cuando re-creas repetidamente las mismas emociones de siempre hasta no poder pensar más allá de lo que sientes, tus sentimientos se convierten en los medios de tus pensamientos. Y como tus sentimientos  son un registro de experiencias vividas, estás pensando en el pasado. Y según la ley cuántica, sigues creando más pasado.

En pocas palabras: la mayoría de las personas vivimos en el pasado y nos resistimos a vivir en un nuevo futuro. ¿Por qué? Porque el cuerpo está tan acostumbrado a memorizar los registros químicos de las experiencias pasadas que se acaba apegando a esas emociones. En un sentido muy real, nos volvemos adictos a los sentimientos de siempre.
Y cuando queremos mirar hacia el futuro y soñar con nuevas vistas y con bravos paisajes en una realidad no demasiado lejana, el cuerpo, cuya moneda de cambio son los sentimientos, se resiste a cambiar de pronto de dirección.

Los sentimientos y las emociones no son en sí malos. Son producto de las experiencias. Pero si estamos siempre reviviendo los mismos de siempre, no viviremos ninguna experiencia nueva.
                Joe Dispenza


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